ASTILLAS
Me
decías que las astillas había que sacarlas enseguida, porque si no
se metían dentro del cuerpo, remontaban las venas e iban directo al
corazón.
Una
pinza.
La piel
abriéndose.
Luego me
dabas un beso en la yema del dedo.
La tabla
de multiplicar no explicaba que tú no estarías siempre.
Hay
mañanas en las que me levanto con un dolor en el pecho.
Imagino
que alguna, tantos años después, ha llegado por fin a su destino.
José
María Cumbreño
Curso
práctico de invisibilidad
(Casi
poesía 1998 – 2016)
Ediciones
Liliputienses
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