XX
la
batalla...
He
aquí la batalla en el cristal contra el licor el miedo.
A
la salida de la fruta
cargando
con la tarde sobre la pesadez del mundo,
siendo
aullido, barrozal, lengua extinguida,
Rosales
López nuca y piedad de incienso
sale
a los espejos
rompe
el agua
sus
ojos suman agua a las vitrinas
de-
bidamente
uniformados im-
pecablemente
armados, y sin
pecado
alguno,
con
la misma exacta eternidad de espuela de otras veces,
entre
los insistentes ruegos y súplicas del familiar de Rosales López
setenta
y dos horas fermentando a las magnolias
y
la tiza escupiendo el nombre (hasta que ya no te encuentren
dormido
y espantado en las cunetas) se-
tenta
y dos horas de que no se preocuparan
que
ya no iban a torturarlo
que
sólo unas preguntas;
pero
no allí.
...en
el cristal contra el licor...
{
"...transparencia de la voz en una cumbre esbelta
donde
hay peines, y espejos, y agua en el desorden,
sin
perfil como el tuyo nadie va a tocarnos
no habrá
presa en el desierto nadie que nos diga
ven,
salgamos más despacio, na-
die
más sino su nombre
en esta
carne otra en la carencia de palomas
cicatrices
pero no del junco
donde
nadie va a temerte, donde nadie
–intemperie,
espera, maleficio blanco– va a sangrarte
amor,
nadie
va esta
vez a asustarte, duerme
y duerme
en la corteza de las norias..." }
...contra
el licor del miedo
A la
salida del silencio
sepultando
el golpe en un lugar prohibido,
siendo
rabia, agosto, santidad de bueyes,
Rosales
López que no ve los agujeros
es
subido al camión de las cigüeñas
prende
las ortigas
sus
caderas alarido a las canciones
de-
bidamente
identificados im-
pecablemente
armados y sin
duda
alguna honestos,
con la
misma exacta ebriedad de zarza de otras veces,
ante las
insistentes peticiones de habeas corpus rosales lópez
noventa
y tres horas en los caudales del aullido
y la
estrofa temblando como un ciervo antiguo
(hasta
que ya no seas
páramo
y hoguera en el declinar del frío) no-
venta y
tres horas de que no se preocuparan
que en
algún lugar estaría triste y mudo,
que solo
unas preguntas
que solo
las pocas, las / necesarias.
*** Pero
no vivo.
El
canto está dedicado a Juan Rosales López, carpintero salvadoreño
muerto en 1990 a manos de la Policía Nacional, a sus 42 años de
edad. El día 2 de febrero había salido hacia sus frutales en San
José Cortés, donde fue detenido por varios soldados uniformados del
Batallón Atlacatl. Fue encerrado en una iglesia. A uno de sus
familiares se le informó que esta detención era pura rutina y que
sólo le interrogarían, pero no allí, sino en otro lugar que no
precisó. Al día siguiente se le subió a un camión con rumbo
ignorado. Cinco días después, se informó que el cadáver de
Rosales López se encontraba en el Centro Judicial Isidro Menéndez,
en San Salvador, la capital. La causa directa de su muerte: las
intensas torturas que le fueron aplicadas por parte de miembros de la
Policía Nacional. Datos publicados en «Carta a las iglesias», nº
204, de marzo de 1990 (recogidos en M.López Vigil y Jon Sobrino: La
matanza de los pobres).
Enrique
Falcón – La marcha de 150.000.000
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