martes, 3 de octubre de 2023

VE CON PIES DE PLOMO Y PODRÁS CAMINAR SOBRE EL AGUA UN POEMA DE ISABEL BONO EN PAN COMIDO

 


 

VE CON PIES DE PLOMO Y PODRÁS

CAMINAR SOBRE EL AGUA

 

 

-Tienes que ser un gato.

Me lo advirtió con palabras de Bukowski.

Sabía que sólo así podría tomármelo en serio.

Dijo que le gustaban los libros

porque cuando dejabas de mirarlos

no cambiaban de opinión, que había que mirar las cosas

como se mira la página de un libro. Me lo puso fácil.

Así fue como empecé a leer

entre las líneas de su camiseta,

a mirarlo como si su corazón vivera codificado

bajo las líneas de su camiseta.

-¿Aclarado? –preguntó él con dureza.

-Centrifugado –contestó ella.

Darling, otra vez se te ha olvidado poner suavizante, pensé.

A partir de hoy rascarán nuestras sábanas

cuando hablemos de amor.

 

Da igual lo que se haya perdido,

estaríamos aquí de todos modos

haciéndonos quizá menos preguntas

o preguntas distintas pero, aquí y ahora.

Si no hubiera sido

por aquellos extraños comportamientos

provocados por el frío, él hubiera dicho (ahora):

-¿Terminamos?

Se esfuerza en no entonar la voz.

Sin duda se refiere al video del último viaje.

Árboles amarillos, peces rojos, cielo gris.

De espaldas parezco diez años más joven.

Al llegar a la estatua del arquero nos separamos.

-Nada es tan importante como para marcharse.

Hubiera dado la mitad de mi vida

(ahora) por oírte decir (entonces) esas palabras.

 

No me dejo agarrar por la melancolía

o es mi corazón de piedra

al mando de todos mis movimientos.

O son tus trajes hechos a medida.

O es la luz de los domingos, poco calculadora.

No contaba con esto. Mi idea de futuro

no preveía iniciales en el bolsillo del pijama.

Te coserá sus iniciales a la piel,

decía aquella canción tan triste.

Debí prestar más atención: shock.

-Lo sé todo –dijo ella-

ahora sé que me amas con palabras de niño gusano.

No creo en el futuro, sin embargo

me pruebo estos pantalones pensando en un posible viaje.

Te ha crecido tanto el pelo

que no tengo más remedio que creer en el futuro,

podrías haber dicho y todo se habría solucionado.

No hubiesen hecho falta iniciales, pantalones

ni casa con gato.

 

Apagué la telé, la estufa y la luz.

Mientras oigo como se cepilla los dientes

espero a oscuras en el sofá. Suena la cisterna.

Me vuelve a tocar echar la llave

recoger las toallas de las cuerdas

dejar la cafetera lista para el desayuno.

En el dibujo del azucarero había un poema (desconchón).

 

Lo rozó con la yema del dedo

como quien intenta salvar la vida

a un insecto ahogado en una taza de leche.

-El estómago se me cae a pedazos –dijo él.

-Se me cae la casa encima. –dijo ella.

Si quieres cómete las uñas, no pienso guisar para ti

le hubiera respondido antes de servir las tostadas.

 

A esas horas toda la ciudad

(y el amor) azul en las baldosas del cuarto de baño.

Satie, Barber y Tracy Chapman nos distraían del frío.

 

Primero fue el mar. Después el viaje más cansado

más largo, más oscuro.

Partir no significaba darse por vencido.

-Somos nudos de árbol destinados al fuego.

 

Nunca supe cómo llamarte. Inventé más de cien nombres

a los que ni siquiera respondías volviendo la cabeza.

Cuando me hablaste de un viaje más allá de la tierra

más allá del mismo mar

supe que te llamabas como yo.

Tú no sabías remar. Como yo iba desnuda

no pude hacer una vela con mi vestido.

-Confío en la lluvia.

La lluvia no rinde culto a reyes ni dioses.

La lluvia se espanta con los brazos

pero nadie puede invocarla. Así era su presencia.

Alguien me dijo que había vuelto a la ciudad

que caminaba con los ojos fijos al suelo: ni siquiera él

hubiese reconocido mis zapatos después de tanto tiempo.

En el diccionario enciclopédico decía:

El fantasma de una magnitud que ha dejado de existir.

Pensé: No te vayas cada vez más cerca del cielo

que la tristeza no sabe de pasos de cebra

ni de manos en los bolsillos. Pero dije:

-La entropía señala el curso del tiempo.

Y es que con el tiempo aprendimos a estar conformes

a no gritar palabras vacías, breves, absurdas.

A volar en vertical, desordenados, confusos, dóciles.

Ella pudo decir no.

-Todavía no tengo tiempo para deseos

pero no tengo deseos de verte.

Eso pudo decir antes de colgar el teléfono.

Pero dijo sí y bajó a la playa.

 

Así supo (arena dentro)

mientras se acercaba (arena bajo sus pies)

a un hombre de espaldas (arena en los ojos)

que la humedad y el miedo son una misma cosa.

 

 

 

Isabel Bono

Pan comido

 

Bartleby Editores


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