Se es la torre que se cosió los labios,
el
reloj de sol que se dejó caer
los
altos números del mediodía. Se
son las
campanas que dudan si tocar
a
rebato o ya doblar a duelo,
la raíz
del árbol que nos atrapa
o la
página entera subrayada.
Muy cerca
de las manzanas de antaño,
una
espiral de alambre oxidada
merodea
entre cenizas, nos saca
de la
cama y nos pone de puntillas
a
sostener la luna. Se no parpadea.
Puede llamarse
Auxilio Lacouture
encerrada
en un remoto wáter
con
altísima ventana; o Burgos
Vitoria
o cualquier calle de la cadena
de
datos que aún no ha estallado. Pero se,
de
espaldas, se llama ángel espantado.
María Ángeles
Maeso
¿Quién
es se?
Huerga
y Fierro Editores
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