Regada
con café, y bajo la tenue luz de las pantallas, me
[volviendo raíz.
Pero,
en ocasiones, recuerdo mi piel,
y, bajo
ella, el incendio latente de turba que me para la
[respiración
las
noches en las que las riendas aflojan.
Entonces,
todo son luces amarillas de verbena y miradas
[más allá de las fronteras.
Las
bridas se incrustan contra mi boca y bajo mis costillas,
y la
carne blanca se hunde hasta el fondo del corazón.
Cuando
ese momento llega, los muros caen como virutas
[de papel encendidas
y me
quedo, en el quicio de la puerta,
a punto
de cruzar.
Comiéndome
las ganas, te digo
que, a
veces, me pregunto quiénes somos en realidad.
Aunque,
antes de que me lo digas, sé la respuesta.
Solo
somos cuerpo,
y yo,
una
marea que no rompe nunca.
Despojada
de certezas, del tacto, del sentido del equilibrio,
despojada
y descubierta, empapada de bochorno,
apretando
entre los dedos los animales negros que devoran
[mis macetas.
La tarde
anochece y la luz va cambiando mientras se
[come, poco a poco, los edificios.
El
calor ha ocupado el aire y, a empujones, me hago un
[hueco.
Tu mano
se mete por mi garganta y me acaricia el corazón
y, de
repente, encuentro todo lo que quiero decirte,
qué
siento cuando me miras…
Algo
despojado del ansia, despojado de condiciones, limpio,
[tan limpio y
doblado
sobre la cama…
Jara
Calvo
Los
cuerpos delante
Ediciones
de Baile del Sol
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