sábado, 18 de febrero de 2023

DIARIO DEL INSECTO DE DIARIOS DEL AÑO DE LAS MOSCAS DE ALICIA LOUZAO

 

 

 

 

DIARIO DEL INSECTO

 

 

 

Cabezas vacías y una flecha en el páncreas.

 

Esta noche llegó el hueso que falta. Fantasma del fantasma,

o esqueleto doliente del interior de una aceituna.

 

Éramos  el  consumidor  de  sueños  como  el  que  pierde  en

la ruleta y lleva crack en el bolsillo.

 

San Onofre del siglo XXI.

 

Los  ridículos  montan  a caballo  con una cámara de fotos en

el pecho, y los ridículos pierden las llaves sobre el escenario.

Nadie aplaude.

 

Un grito de escoba en  el  borde  del  tenedor  de  un  niño  que

toma pecho, ese grito de burbuja que estalla.

 

Y la imagen de animal pequeño,

enclenque que espera el desarrollo de las alas

como el árbol espera que nunca lo talen.

Y que venga la nieve.

Y que lo queme todo.

 

El insecto que recuerda los bellos lugares.

Y la seguridad de un baño que huele a lejía.

Ese tipo de seguridad.

 

Ningún mal puede sucederte aunque los pies no alcancen

el suelo.

Aunque la azafata comente: «nos quedamos sin agua».

 

Somos tres chicas en el teatro luciendo vestidos nuevos,

agarradas a la barandilla de oro

y la seguridad camina erguida por el pasillo a pesar de saber

que lleva ridículos mordiéndole el cuello

como un piano de cola que se cierra de golpe.

 

P. llevaba el polvo en los ojos.

Y la ira del que no acepta que su pelo no puede cepillarse.

Una colonia de supermercado y el olor profundo de las axilas,

ese olor de chico que te observa detrás de un árbol

que espera la nieve.

Y que lo queme todo.

 

Los   ridículos   duermen   siete   años   como   los   gatos  que

despiertan

dentro de la alacena.

Siete  años  y  siete  hijos  del  predicador  que pedía dinero en

la plaza de Vodafone Sol.

O siete hijas en las siete vasijas comenzando a buscar la

grieta

y el oxígeno.

 

Así  cuando  ves  que  los  ridículos  escriben  con  arrobas.  Y

que  culpan  al  autocorrector  de la sociedad del espectáculo.

Igual que cuando te despiertas dentro de una alacena.

Si es que eres un gato.

 

P quería un gato para desayunar con él los domingos.

Elegante y seguro como un árbol que espera la nieve.

Y que lo queme todo.

 

Los ridículos adorando a la sota de espadas.

Esa carta inútil de un pobre adolescente que espera

que el reino de Dios abra en dos

y él pueda desenfundar el arma.

 

Entre el bufón y el mito.

Pero nosotros éramos del as de oros.

Sueño que se come a otro sueño.

 

Fantasma del fantasma. Y el hueso de aceituna en el borde

del hueso.

 

En la barandilla las tres chicas con nuestros mejores vestidos.

Barandilla de oro.

Y dentro tres vasijas.

Buscamos un poco de oxígeno.

Y miramos a los ridículos.

Ahora P. allá abajo, sobre el escenario. Pierde las llaves.

Pero pide aplauso.

 

Malditos seamos lo quedamos pan a los ridículos.

Y escuchamos las campanas del bosque,

mientras cabalgan entre el bufón y el mito de siete años

como siete flechas en el páncreas.

Y les damos agua y miramos con la calma como la concha

que se abre

y que sale la paloma

que acaba en la carretera.

Un golpe en las mejillas.

El hueso que faltaba.

 

 

 

Alicia Louzao

Diarios del año de las moscas

 

Lastura


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