TORRE
DEL RELOJ
Despide
la ocasión,
alma
atrapada
en la
vieja maquinaria,
acuérdate,
dice,
como en
el poema
tantas veces repetido: souviens-toi!
dolores,
espantos,
la
carroña de Baudelaire
que
arruina las facciones,
un
dardo en el pecho
que
empuja
hasta
borrar la alegría,
en su
escondrijo
emplea
el formón,
una
muesca en el esqueleto
de los
vivos,
de
Skopje a Prishtina,
Podgorica,
Sarajevo,
a cada
cual su estación,
la
torre del reloj
es la
voz que se traga un insecto
para
adentro,
engatusa
en todos los idiomas,
expande
su indeferencia
al paso
de los minutos,
no
puede detenerse
ni
apiadarse de la ciudad
sin ser
estatua de sal,
suavemente
la hora
cercena
el
cuello elegido,
ciega
se despide
con el
último aliento.
Rodolfo
Häsler
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