Las
madres sueñan
con
baños sucios
y
cadáveres de amigos conocidos,
sueñan
con fiestas, supermercados,
sueñan
que bailan
con su
sombra,
abriendo
el pecho y descalzas,
en
algún pueblo africano.
Dura poco
el episodio.
Despiertan
en la madrugada.
Las
madres ya no pueden dormir,
entonces
piensan
en los
pasillos oscuros de la casa,
les da
miedo.
Se
aguantan las ganas
de ir
al baño,
se
colocan en posición fetal,
aprietan
la frente
a la
almohada,
cierran
los ojos,
se
aferran a los bailes africanos,
al
cuerpo haciendo jirones al viento.
El
aire, dicen, si se inhala,
da un
bocado de soledad.
La
música, también dicen,
es un
apretón de manos de la vida.
Las
madres recogen
las
ilusiones de sus sueños,
se tragan
la idea de libertad
antes
de que sus hijos despierten.
Sienten
su cabeza amarrada a un ladrillo.
Lorena
Huitón
Wintu
Ediciones
Liliputienses
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