viernes, 25 de marzo de 2022

"PARCHETUMORMORFINA" UN POEMA DE PEDRO A. CRUZ SÁNCHEZ EN EL OLEDOR DE PRETZELS

 

 

 

 

“PARCHETUMORMORFINA”

 

 

 

Después de la primera clase se acerca un alumno de

unos cincuenta años    con un parche en el ojo derecho

y me dice

“¿Te he contado mi problema?”

De inmediato le contesté    “No”

Y su problema lo resumió en una pocas  y vacilantes

palabras 

“Tengo un tumor cerebral    Puede que me

veas salir de clase    Será porque necesite morfina”.

 

Mi historia comienza ahora    a solas en el aula

con unas pocas líneas de luz que se cuelan entre los

estores del fondo.

 

El silencio es liso    sin rodeos    directo al centro

de los oídos    Me abrasa el esquematismo de este

después    pupitres vacíos y nada que guardar en la

mochila    ningún suceso inútil que pliegue esta llanura

de desolación    y distraiga la perplejidad de los

pensamientos.

 

Aquella terapeuta a la nunca más fui me diría    por

75 euros a la hora    que no viva lo que no es mío

que reduzca y deje caer la piel muerta de los otros

Pero ya es tarde para curarse con remedios tan

simples    Mi cuerpo tiene un dolor propio    distinto

al de mi nombre    al de mis ojos sanos    Para él

los demás solo existen porque anuncian su muerte

Es la única forma de no estar solo que conoce    de

sentirse vivo entre muchos    un lugar cierto

de barro    en el que nadie desaparece sin dejar huella

Sabe que vive por el adiós de los otros.

 

Doscientos metros más tarde    tres pasillos y decenas

de escalones    bajo el sol impertinente de septiembre

espero el autobús    con mi cuerpo de él    con su

cuerpo mío    No hay sombra en la que tomar refugio

como no hay un nombre al que referirse

Después de todo ni siquiera sé cómo se llama    y ese

vacío de identidad lo llenan palabras como “parche”

“tumor”    “morfina”

¿Quién merece renunciar a su

nombre por una enfermedad?    ¿Acaso son solo los sanos

dignos de un rostro?

 

Malaventurados los que sean cuerpo a ojos de los otros

porque ellos serán enfermos    Y no quiero ser de esos

que ven el miedo y no la persona

Tú    “parchetumormorfina”    querría nombrarte y

devolverte al mundo de los sanos

Si soy sincero    quizás lo desee por puro

egoísmo    para que ya con rostro    curado

puedas aportar algo de esperanza a mi cuerpo.

 

“Todavía me erizo cada vez que lo cuento” quema

la marquesina de autobús    “no me lo creo”    y la

piel no separa la vida de la muerte    “aún no”.

 

Me llamarás dos veces    meses después    al teléfono

de mi despacho    Te identificarás como el tipo del

problema en el ojo y en el cerebro    En ambas

ocasiones me dirás tu nombre a continuación    y

yo    incapaz de escuchar más allá de “ojo”

y “cerebro”    no podré recordarlo

Te empeñas en presentarte como cuerpo y no me das

oportunidad de conocerte como nombre    Todavía

no sé quién eres    “parchetumormorfina”

 

 

 

Pedro A. Cruz Sánchez

El oledor de pretzels

 

Ediciones Liliputienses


jueves, 24 de marzo de 2022

MAMÁ UN POEMA DE AMPARO LÓPEZ PASCUAL EN AHORA SOY UN PÁJARO

 

 

 

 

MAMÁ

 

 

 

Ya nunca preguntaba.

Yo no sé si sabía que se estaba muriendo

o temía enterarse por descuido.

No le extrañaba la mirada azul

de las visitas,

la compasión del extenso silencio,

que hubiéramos quitado el calendario

de su lugar de siempre.

Todos habíamos hecho el propósito

de dibujar muy bien nuestro papel

ajeno a las palabras mañana, cuando regreses, nevará.

 

Dio permiso para apagar la luz

pero no quiso dejar de comer.

Su único deseo era la voluntad

de alimentarse,

crecer por algún sitio.

Un callejón con sus contenedores

de desperdicio intacto.

Evitó nombrar por última vez

lo que necesitaba,

solo hizo un gesto

que aún no hemos sabido interpretar.

 

 

 

Amparo López Pascual

Ahora soy un pájaro

 

Devenir


sábado, 19 de marzo de 2022

FRAGMENTOS DE HOSPITAL BRITÁNICO EN OBRA COMPLETA DE HÉCTOR VIEL TEMPERLEY

 

 

 

 

Hospital Británico

 

Mes de Marzo de 1986

 

 

 

Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura de maripo-

   sas: Mi madre vino al cielo a visitarme.

 

Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas

   y horas. Soy feliz. Me han sacado del mundo.

 

Mi madre es la risa, la libertad, el verano.

 

A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.

 

Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara —en Tu llan-

   to— para comenzar todo de nuevo.

 

 

 

Tengo la cabeza vendada (texto del hombre en la playa)

 

Por culpa del viento de fuego que penetra en su herida, en este

   instante, Tu Mano traza un ancla y no una cruz en mi cabeza.

 

Quiero beber hacia mi nuca, eternamente, los dos brazos del ancla

   del temblor de Tu Carne y de la prisa de los Cielos. (1984)

 

 

Tengo la cabeza vendada (texto del hombre en la playa)

 

Allá atrás, en mi nuca, vi el blanquísimo desierto de esta vida de

   mi vida; vi a mi eternidad, que debo atravesar desde los ojos

   del Señor hasta los ojos del Señor. (1984)

 

 

Me han sacado del mundo

 

Soy el lugar donde el Señor tiende la Luz que Él es.

 

 

Me han sacado del mundo

 

Me cubre una armadura de mariposas y estoy en la camisa de ma-

   riposas que es el Señor —adentro, en mí.

 

El Reino de los Cielos me rodea. El Reino de los Cielos es el Cuer-

   ro de Cristo —y cada mediodía toco a Cristo.

 

Cristo es Cristo madre, y en Él viene mi madre a visitarme.

 

 

 

La libertad, el verano (A mi madre, recordándole el fuego)

 

Porque parto recién cuando he sudado y abro una canilla y me

   acuclillo como junto a un altar, como escondido, y el chorro cae

   helado en mi cabeza y desliza su hostia hacia mis labios, en-

   vuelta en los cabellos que la siguen. (1976)

 

Vengo de comulgar y estoy en éxtasis aunque comulgué con los

   cosacos sentados a una mesa bajo el cielo y los eucaliptus que

   con ellos se cimbran estos días bochornosos en que camino has-

   ta las areneras del sur de la ciudad —el vizcaíno, santa adela, la

   elisa. (1982)

 

Por las paredes de los rascacielos el calor y el silencio suben de

   nave en nave: Obsesivo verano de fotógrafo en fotógrafo, ojos

   del Arponero que rayan lo que miran. Ser de avenidas vertica-

   les que jamás fue azotado. (1978)

 

Después íbamos al África cada día de nuevo —antes que nada

   antes de vestirnos— mientras rugían las fieras abajo en el

   zoológico, subía un sol sangriento a sus jazmines, y nosotros

   nos odiábamos, nos deseábamos, gritábamos… (1978)

 

Instantes de anestesia, de lento alcohol de anoche todavía en la

   sangre de pie de una muchacha desnuda y más dorada que la

   escoba: Necesito aferrarme de nuevo a la llanura, al ave blanca

   del corpiño en la pileta de lavar, detrás de la estación y entre las

   casuarinas. (1984)

 

Tengo la foto de dos novios que cayeron al mar. Están vestidos de

   invierno, los invito a desnudarse. En las siestas nos sentamos

   junto a la bomba de agua y nos miramos: de nuevo embolsan

   luz los pechos de ella; él amaba a los caballos y una vez intentó

   suicidarse. (1978)

 

Necesito oler limón, necesito oler limón. De tanto respirar este aire

   azul, este cielo encarnizadamente azul, se pueden reventar los

   vasos de sangre más pequeños de mi nariz. (1969)

 

Y a las siestas, de pie, los guardavidas abatían la sal de sus cabezas

   con una damajuana muy pesada, de agua dulce y de vidrio ver-

   de, grueso, que entre todos cuidaban. (1982)

 

 

Dormido sobre sus labios

 

 

Pequeño legionario, ¡cuánto viento! Pedacito de plomo, pedacito

   de Sahara: Vendrán veranos no obsesivos; pasarán los hijos de

   mis hijos. (1978)

 

Yo puedo hachar todo el día pero no puedo cavar todo el día. No

   puedo cavar en ningún lado sin estar esperando que aparezca

   de pronto un soldado de plomo entre mis pies desnudos. (1978)

 

 

Para comenzar todo de nuevo

 

 

Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido.

 

 

Para comenzar todo de nuevo

 

 

El verano en que resucitemos tendrá un molino cerca con un cho-

   rro blanquísimo sepultado en la vena. (1969)

 

 

 

Héctor Viel Temperley

Obra completa

 

Amargord Ediciones


viernes, 18 de marzo de 2022

UN POEMA DE A VECES CONTIGO DE ROSA M. MARTÍN

 

 

  



Me hablas de la banquisa, el serac, la rimaya

del hielo azul, la flotabilidad y las grandes lunas,

mientras me apartas con ternura el pelo de la cara

no sé si para verme o cerciorarte una vez más de mi existencia,

sea ésta aparición, espectro, sostén de la apetencia o prueba indiciaria

de voracidad o de declive,

no sé pues ya estuvimos y nos quedamos anclados en diminutas máscaras

retando a las palabras,

no sé pues no tengo la certeza si ya las pronunciamos,

quizás siempre, ahora, nunca, hace un momento.

 

Y me hablas de los polos y enlaces covalentes,

de equilibrio termodinámico y fases cristalinas,

mientras siento cómo se va depositando dulcemente la nieve

sobre la manta cálida

que a duras penas mantiene los volúmenes de nuestros cuerpos gélidos

se congela el vapor que filtran nuestras bocas

masticamos lecho ácido pegado a nuestros dientes

la humedad se enfría acartonando sábanas

provisional hogar nacido en la borrasca

quizás sea recuerdo, presagio, invención, desmemoria.

 

No mendigo limosna del frío y sus misterios.

Buena conocedora soy de sus estragos.

Prefiero una oración corta a los dioses de los niños

rogando por el derretimiento de las nieves permanentes

que cercan los límites del bosque marcando nuestro exilio.

Y tras cada golpe los círculos concéntricos

se rellenan las grietas donde limas imborrables relieves

el nuevo asentamiento de inhabitable isla.

Y yo te amé te amaba te amo hoy tal vez quizás nunca quizás

absorta en la mentira del amor inventado quizás sumida

en el quizás cómo es posible si tú viviste vives vivirás inscrito en otros

mundos.

 

 

 

Rosa M. Martín

A veces contigo


Editorial Azul



jueves, 17 de marzo de 2022

miércoles, 16 de marzo de 2022

UN POEMA DE ESFERAS DEL CUERPOP INGRÁVIDO DE IRENE DEWITT

 

 

 

 

Un pájaro se llueve,

y es su canto transparente

agua para colmar mi vaso,

agua para calmar la grieta

 

***

 

no recuerdo el nombre

de este fruto,

si en el pan me nazco hueca

y ya no atrapa a su semilla el miedo,

medita

la rama el cuidado

de

su

injerto

 

***

 

su llanto acorde

en mí, kilométrica y abundante

su llanto

 

***

 

aquí, cuando ahora

y nunca la prisa

un pájaro se llueve:

 

se llueve hoy su pluma viajera,

se canta limpia.

 

 

 

Irene DeWitt

Esferas del cuerpo ingrávido

 

Editorial Páramo