EL ÚLTIMO REGALO
TEN.
Es la niebla de la que no se ve
por si tuvieras que decir algo,
visto que aún no atardece,
sobre el jilguero
caído pero con el oído
más puesto que nunca hasta ahora
en el azar. Sabes que con sentir
alzarse su abstracción, y tú con ella,
me vale.
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¿A QUE SÍ?
PARA soñar primero ha de haber alguien
que esté cerca un momento de la cama.
Que no haga falta que se despida. Después
oír también por aquí un mismo corazón
sin causa. Deber así obediencia a un mismo azar
desprovisto de ti. Ver el regalo.
Esperar el saludo de algún árbol posible.
Cada cuerpo es un mundo, se dijo,
lo único es que su nombre es un secreto.
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DE GUARDIA
OLÍA a azar, a barro tan absurdo
que lo de menos es reconocerlo.
La carretera no se terminaba
aunque no condujeras.
Que cayera
la madrugada entera era un detalle
que luego, si es que todo pasaba,
los demás agradecerían. Viste esa forma
de sombra, parecida a silueta,
hablarte en lengua de alegoría.
Que no se acercara nadie.
Que aún podía ser peor.
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DE PRONTO
QUEDA solamente una vela. Para dar gracias
a nadie por el miedo
a asumir que esas manos, apenas vistas
pasar de largo, no son un cuenco… para seguir
una huella así de mínima es
lo único que sucedería
sin perder
conscientemente la salud.
A tientas viene hasta justo al puerta.
La ventisca parece pedir más.
Antonio Méndez Rubio
Peor que pedir
Editorial Pre-textos
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