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Cuando mi cuerpo,
esta multitud de candelabros y mármol,
sea cenicero vaciado en la nada,
cuando mi cuerpo se llene de aterrizajes,
correas y cigarros apagados.
Cuando mi cuerpo ya no sea mi cuerpo sino un remolino
[en el aire,
un piropo de mirlo,
un regalo de cerezo,
te llamaré y seré un sonido entre palabras.
Porque esta voz será un ala delta,
huida ya la lógica de las cuerdas vocales,
la higiene de los documentos,
la serenidad de las vértebras por mantenerme digno y
[vertical.
Cuando mi cuerpo ya no sea mi cuerpo sino un invierno
[que silva.
Un verano escondido,
yo seré,
aún,
esta voz encendida sobre la nieve.
Jorge García Torrego
mortal
prólogo de Ana Pérez Cañamares
Lastura

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