EL POEMA HIZO SU PARTE
El poema hizo su parte y se marchó. Ya no hay fiesta ni celebración de nacimiento. No hay flauta que guíe a quienes acuden a la oración del encuentro. No hay nubes con las que intercambiar elogios, ni árboles que me llamen con hermosos nombres o extiendan mi sombra. Rezo a una ventana: su raíz está en mi corazón, tiende sus ramas sobre mi nostalgia.
El poema hizo su parte y se marchó. En cuanto al verbo, quedó para los desdichados que labran un jardín, con sus rosas, sus cipreses y vino que inspira a las espigas de las canciones. Pero lo dejaron todo y siguieron el rastro del poema hasta el alba. En cuanto al significado, aquel espejismo que me seguía, y yo a él, era blanco flotando sobre aguas estancadas. Le dije: «Sé», pero no fue. Le dije: «No seas», y fue blanco flotando sobre aguas estancadas. En su orilla yo miraba mi reflejo y lo negaba, miraba mi reflejo y lo negaba, mientras a mis espaldas cantaban mil gallos.
El poema hizo su parte y se marchó. No tengo pluma con que conquistar Acre explayándome como un alfaquí, ni espada con que cortar la mano de quienes roban mis sueños. ¿Qué le diré a la ventana cuando las palomas picoteen en el cristal? ¿Qué le diré al policía cuando me tienda la silla para que confiese? ¿Qué le diré al cazador de gacelas, qué a la lejanía en cuclillas sobre el blanco de la primera página? ¿Qué puede decir una mesa solitaria frente al cerco de las sillas? ¿Qué dice la amada muda cuando su amado regresa tras un largo silencio? ¿Qué les dice un viaje a dos amantes unidos por el amor a un lugar? ¿Quién desentrañará la azora La Arena empapada por el llanto de los profetas? ¿Quién sabía que yo tenía piernas y que cuando el viento resonaba como el tambor de los caballos me adentraba en un mar sin orillas y volvía cada día al califa con una ciudad en la palma de la mano? ¿Quién sabía que tengo una noche que busca ansiosa sus espejos y lanza a cada ventana un día de clamor y locura? ¿Quién supo que tengo labios para cantar, para balbucear como un niño y repicar como las campanas cuando el viento mece tu cabello?
La poesía dijo su palabra y se marchó. Ahora me siento, cuento cansado mis heridas con sus dedos, y los soldados que me quedan. Mi único prisionero es el arrepentimiento, y mi compañero de mesa el pan de mi última cena.
Nasser Rabah
Gaza: El poema hizo su parte
Prólogo de Luz Gómez
Traducción del árabe de Alberto Benjamín López Oliva
Ediciones del oriente y el mediterráneo

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