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Cuenta Blumenberg que en 1689 Leibniz recorre por mar la costa de Italia en una pequeña embarcación, único pasajero. En plena tormenta, los marinos, seguros de que no sabe su lengua, acuerdan en su presencia arrojarlo por la borda y repartirse sus posesiones. Leibniz saca de su bolsillo un rosario. Los marinos le ven rezar. Este gesto es decisivo pues ya lo creen hereje, no puede ser él quien atraiga la cólera de Dios. De acuerdo a Blumenberg, Leibniz fue responsable de una doble simulación. No quiso revelar que conocía la intención de los marinos, cuya lengua entendía. La segunda se representa bajo la forma de una pregunta: ¿es legítimo simular que se reza cuando no se está rezando? Cabría añadir que algo que en su origen es falso, o puede serlo, tiene un efecto verdadero, o puede tenerlo. Alianza entre diferentes miedos.
Queda una tercera hipótesis: los marinos tienen todas las manos ocupadas en la maniobra del barco, bajo la tempestad. Lo ven rezar y atribuyen la calma y la salvación a ese hombre tan extranjero como piadoso.
Además, estoy seguro de que una vez despejada la mañana alguno de los marinos volvió a pensar en el asalto. El viejo sol ayuda a disipar nubes y culpas.
Francisco Layna Ranz
Vuelta e ida
Ilustraciones de Ángel Cerviño
Nota de Maurizio Medo
Caligrafía de Chilis Cubeiro
Plantilla de Melissa Dillon
Cartonera del escorpión azul
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