JEFFREY YANG
CONOCÍ el trabajo del joven escritor neoyorquino –y editor en la legendaria New Directions- Jeffrey Yang (1974) gracias a la recomendación del traductor y editor Aurelio Major. Me habló de An Aquarium (2008), su primer y sorprendete libro, en términos tan elogiosos que a las dos horas ya lo había comprado en la red. Y no me defraudó: una variación sobre el género del bestiario que toma los nombres de distintos seres acuáticos para tejer una intrincada y sorprendente malla de referencias, una red argumental tan lúcida como lúdica que salta en zig-zag por los asuntos más diversos sin pararse un instante. En el libro hay un poco de todo: desde piezas epigramáticas a otras más reflexivas o meditativas, pero el tono general es una mezcla de distanciamiento y humor, de curiosidad y sorna inteligente, que atrapa desde la primera página y nos obliga a pensar deprisa, furiosamente, para encajar las piezas del puzle.
Foraminíferos
La prueba de un foraminífero
es su concha: membranoso,
aglutinado o calcáreo
endoesqueleto
citoplasma que fluye
por la cámara de
una única célula, movimiento de
seudópodo granuloreticuloso,
palacio del recuerdo de Ōkeanós.
Los foraminíferos se encuentran
en todas las latitudes y hábitats
marinos: blanco foraminífero
en los acantilados blanco de Dover.
En las pirámides de Gizeh
Herodoto vio «lentejas petrificadas»;
el ojo de Aldrovandi se desplazó
de Aristóteles a Galileo:
las conchas romboides
tienen rígidos tubérculos epigenéticos.
Para Oppen
una prueba de la poesía es
sinceridad, claridad, respeto…
Para Zukofsky, la gama de placer
que proporciona en cuanto vista, sonido e
intelección.
En sueños
Vishnú visitó a Appakavi,
quien recibió los secretos de
la gramática de Nannaya: La poesía
es el saber definitivo.
Jordi Doce
El libro de los otros
Ediciones Trea
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