Arranco una pared oscura
de la sustancia luminosa,
es una pared maestra.
Encierro la parte trepadora
de una raíz, arrojo al ataúd
una cadena de espinas.
Évame en paz, es el escenario
de un acto de psicomagia.
“No te muevas a no ser que sea
para entrar en ti mismo”.
Y si lo haces tu destino será: huir.
Tendrás que vagar
por calles y montañas,
sin rumbo, despacio
tendrás que andar a tientas
desorientado por las voces
que te persiguen sin descanso.
La tierra, el mar,
el viento y la lluvia.
No hay donde esconderse
de los fenómenos atmosféricos.
Tendrás que decir
lo que no existe,
nombrar de puntillas
hasta el desequilibrio,
decir salvación
de las estrellas.
Decir será cuestión
de vida o muerte.
Si la infancia, dices
en palabras del filósofo,
es la única patria,
si eres parte responsable
de una patria ajena y huyes,
¿La condena es desaparecer
de la tuya propia?
“No abandona el lugar
quien está cerda del milagro”.
¿Acaso nacer no fue suficiente?
¿Acaso el milagro está excluido
de semejante acontecimiento?
¿De una invasiva luz en la luz?
Desconocías el poder de tu ausencia,
abriste la jaula sin querer.
Puedo decir por fin tu muerte,
contradecir tu libertad.
Marina Oroza
Decir
Árdora Ediciones
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