viernes, 9 de julio de 2021

LA NIEVE DEL SILENCIO Y CASANDRA DESAFÍA A APOLO DE LA MAÑANA DESCALZA DE IRENE VALLEJO E INÉS RAMÓN

 

 

 

 

LA NIEVE DEL SILENCIO

 

 

 

     Nunca sabremos cuántas veces sucede. Los abusos de poder son siempre difíciles de denunciar; por definición la víctima ocupa una posición vulnerable frente al agresor. Y a menudo la única prueba que ella tiene, en esas circunstancias, es la palabra propia. Para evitar el escándalo, las averiguaciones y la necesidad de desnudar de nuevo los recuerdos, muchas prefieren ocultarlo. Y así la nieve del silencio fabrica paisajes blancos, en apariencia limpios, escondiendo las zonas fangosas.

     Relata la leyenda griega que la jovencísima Casandra adivinaba el futuro en el templo troyano de Apolo. Desde su posición de dominio, el dios quiso yacer con su sacerdotisa, y ella tuvo la osadía de rechazarlo. El arrogante y poderoso Apolo, poco acostumbrado a las negativas, la maldijo escupiéndola en la boca. «Nadie creerá tus palabras», dijo a la adivina. «Nunca más». El castigo se convirtió en una fuente de constante dolor y frustración para Casandra. Cuando contó su historia, sus propios padres la acusaron de loca y la mantuvieron encerrada en casa. Mientras el dios siguió recibiendo culto en los altares. La maldición de Apolo, gravitando sobre tantas Casandras a través de los siglos, ha impedido conocer las verdaderas dimensiones del daño. Porque este delito tiende a quedar oculto bajo un alud de silencios: aquí hay que creer para ver.

 

 

 

CASANDRA DESAFÍA A APOLO

 

 

 

Y ahora, ¿cómo llegarás a mí?

¿De qué manera intentarás hundirme

el aguijón amargo de silencio?

 

¿Dónde está tu trono enmohecido?

¿Qué verbo

me niegas?

 

El ayer se oxida, irrevocable,

tensado sobre un péndulo de luz.

Ya no deshaces

cada huella mía que intentaba rozar

las fronteras de tu juramente.

 

«Nunca más», dijiste, y hoy le arranco las raíces

a ese vértigo,

desclavo de mi voz las palabras mordidas,

el pavor antiguo,

la extenuación de lo callado.

 

Ven y escúpeme, si quieres, en la mitad exacta de mi rebeldía.

 

¿Por qué tiembla tu alarido, se deshoja, se arranca la mirada?

¿Qué orines te devoran, poderoso?

 

El día está por hacerse

en mi palabra.

 

 

 

Irene Vallejo & Inés Ramón

La mañana descalza

 

Olifante


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