Los pedazos
Un
tenis melancólico yacía y supuraba viscosidades
nauseabundas
en mis
señoras de los placeres anestesiados con su chorro
negro
de lenguas
de
lagarto que buscan imperiosamente lamer válvulas
hasta
volverlas osos que se
desorientan
de tu mano con el vapor rosa del efluvio.
Yo te
seguía, a tontas, cuando desenroscabas la serpiente
entre
las carpetas de mis últimas producciones
y encontraba
un trozo de tu cuerpo para sonreírle a cada
instante.
La mínima
luz de una mesita me hacía estremecer hasta
caer
borracho.
Fumaba
en las esquinas o veía al viento pasear cogoteando.
Los
ojos de una vecina eran rojos y helados.
Tras
una araña que formaban los olores con los miles de hilos
de sus
fragancias insondables, nuevas al respirar a todo lo
largo
del verano,
más
frescas que el árbol de donde cuelgan los delfines que
no se operan,
tus
pedazos vagaron solitarios por mis heridas que se
abrían
como hebillas.
Y a una
señal, en el misterioso carrusel de las
notificaciones,
se hizo una espiral.
Sebastián
Bianchi
Poemas
inc (1998-2016)
Ediciones
Liliputienses
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