Construyes
un carro con los materiales de la demolición, con las canciones
abandonadas en los vertederos. Y contemplas la luz, las esquirlas del
sol que anidan en su fondo como animales huecos, o huecos de animal
cuando despierta. En ese amanecer el espejo es una forma de
lenguaje, igual que la cuchilla y el jabón de afeitar. Comienzas
entonces las tareas del día. Saludar a los pájaros, hacer de ellos
el movimiento no visible de la luz bajo las alacenas del hambre.
Escuchas llorar a los niños en los pozos y espina de los pechos.
Escuchas en la boca de las madres la rama del árbol de la miseria,
el canto ahogado de la herramienta del frío.
Luis
Luna
Intemperie
Amargord
Ediciones
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