EL
ASOMBRO DESNUDO
Mi
cuerpo es una manzana caída un árbol,
y su
trayectoria
la
edad
irreparable
que voy cumpliendo.
Como
quien no renuncia
a la
memoria
de
un viejo amor,
insisto
en aquello que se escapa de las manos:
el
asombro,
por
ejemplo,
con que
cada año recibimos la llegada de las estaciones.
Desnudos
podríamos
aproximarnos durante un instante
a
nosotros mismos,
volver
al reino inconquistable de las piedras.
Lentamente,
las
extremidades de los días.
¡Qué
inédito milagro este extenso y firme amanecer!
Rodrigo
Garrido Paniagua
El
silencio del hombre sin otro hombre