Poema
Ni todos los
espejos de este mundo
ayudan, ni me
conmueve
la lenta
aparición de mi
imagen en la
lluvia, no soy yo
el que
aparece o imagina. Ve,
si puedes, si
puedes hacer
el espantoso
viaje, la
casa donde se
riegan e imponen
las sombras
de mi propia infancia
como garrotes
recrecidos, tú
debes mirar,
que yo no puedo. No
puedo
enfrentar esa costumbre horrible,
y mis ojos,
pongamos, en el vidrio,
de un bar se
convierten en la
búsqueda
depravada de otros re-
flejos, ¡Y
qué gran
alivio!
Cuando veo algo
repugnante,
cualquier cosa
menos el
golpe a oscuras conocido,
cualquiera,
menos mis guaridas íntimas.
Cuando tenga
cincuenta, ¿fluctuará
mi cara hacia
esos alargamientos
de la
inocencia para confrontarme?
Ay,
¡derríteme, lluvia!, ¡mátame, espejo!
Frank O’Hara
No llueve en
California
Selección y
traducción de Eleonora González Capria
Kriller71ediciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario