“El
miedo no es quedarse”
Árboles
huérfanos
Apuntes
para náufragos
Tras el
despertar súbito y la parálisis del cuerpo, respirar.
Oír el
crujido de las maderas que aún cimbrean carca. Oír
el mar,
si es que hay mar.
Oír el
viento, si es que hay viento.
Oír el
corazón propio. Reconocerse en el latido.
Confundir
el corazón con la madera que, a su vez, se
confunde
con el mar que, a su vez, se parece al viento que,
a su
vez, te devuelve el latido.
Tocarse
los ojos sin tocarse.
Protegerse
de la luz arrojándose al miedo.
Una vez
protegido, considerar la fortuna de saberse herido
en medio
de la vida.
La
muerte sobre un caballo pálido
(apuntes
para una tempestad)
Ilustra
Ángeles Fernández
Cangrejo
Pistolero Ediciones
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