Santa Maria la Mayor de Toro en agosto de 2011 por Pablo Müller
|
Celebraré a los hombres que trabajan, sueñan y se desesperan, y
caminan torpemente hacia una muerte anónima y hacia
el domingo,
Himno de la imaginaria ventana abierta. Lêdo Ivo
La iglesia se alza temible y pretende alcanzar el cielo
desatendiendo al mismo cielo que le acompaña
en cada piedra, en cada instante.
El cielo se acerca cuando desnudo nada se interpone
entre nuestros cuerpos y el aire que nos comunica y nos manifiesta
si acaso el sudor del trabajo, si acaso el pesar del cansancio
por ello cuando la puerta no responde a su propósito:
dejar entrar y recoger, dejar salir y compartir
la puerta será contemplación, será espíritu, será meditación, será estima, será creencia, la puerta será una moneda depositada y franquearla, tradición, moneda, hermoso, moneda y antiguo metal.
En la iglesia pesan tanto las piedras del suelo que impiden levarse hacia el cielo falso y en el silencio impostado que permanece tras el esfuerzo, suenan murmullos, lamentos, secretos, saludos, suenan adioses, insultos, confesiones, quejas, canciones, metales suenan y la pregunta de un niño sobre el lugar de la muerte.
Aquí nos rodea el mismo cielo desde hace setecientos años y pasarán
otros setecientos más encelando nuestras vidas y las otras.
Puede que hagamos de este lugar memoria
puede que tengan esperanza en la vida eterna del alma desdoblada
puede que reencarnemos vida o fe o alma en la memoria olvidada de otro
puede que leas estos versos pasados los años de mi muerte
y en el recorrer por las calles de Toro hayas reconocido
un mismo río y una misma alameda.
Las arquitecturas no son la importancia, antes muchas otras han sido derribadas o abandonadas a la ruina, ni las puertas antiguas a cuyo paso hay que depositar monedas
es la herencia que nos corresponde de nuestros antepasados que acarrearon las piedras, pintaron imágenes, pagaron diezmo o decidieron levantar iglesias altas tan altas para acercarse a un cielo que estaba en otro lugar
rastrea la huella del trabajo en la piedra hecha sillar, pues el tosco andamio puesto para alcanzar la bóveda — hoy desaparecido — era imprescindible para construirla y le debemos memoria
A que lugar van a parar las oraciones que no son escuchadas por ningún dios
La tumba de Keats, Juan Carlos Mestre
No hay comentarios:
Publicar un comentario