CINCUENTA AÑOS
Qué mejor regalo
que un puñado de nieve rescatada
de las sucias pisadas de la prisa.
Esther Giménez
La fotografía la tomó un ángel de la nieve,
un ángel tiempo que continuó fotografiando
los árboles nevados, hablando con los ángeles
perros, esos que heredaban el nombre
del anterior muerto. El abeto blanco
que nos cobijaba sigue acumulando nevadas
y testigos para las cámaras. El ángel
de las fotografías murió contra pronóstico
hace unos días asesinado en Gaza. Él era la memoria
de la nieve, él que daba nombre a los olvidos:
Adita, Jesús Manuel, Galo.
Queda el frío del verano que rememora
año a año la ausencia. Luego serán estas fotos
las que irán borrándose con la misma lentitud
que cae la nieve.
Pablo Müller
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