BARRIO CONTRASTE
Mi barrio es el primero al sur de Madrid,
se asoma a la periferia con un pie hundido en la M30,
mientras el otro se escapa cuesta arriba hacia Lavapiés.
Lo cuentan sus ropas, sus fachadas, sus negocios que palpitan lento.
Las conversaciones de metro que madrugan con legañas
se acuestan con lumbago y una cefalea que late incertidumbres.
No me sirve entonces de nada fijarme en mi niñez idílica,
ni en las risas que dejé escondidas con mis amigos
debajo de cada baldosín que acarició el pie
de mi adolescencia intranquila.
Ya no puedo mirar la realidad con sesgo en mis pupilas,
no se puede bailar un tango en salones
tan apartados del mundo.
Barrio humilde, modesto, algo inmigrante,
barrio trabajador; aunque también hay barrio acomodado,
barrio medio, incluso rico, ricos de barrio
si hay pisos que se venden por medio millón o más.
¿De dónde vendrán esos locos?
Han cambiado tanto el paisaje del barrio
que ahora camino entre grietas
con solo cruzar rotondas
y paseos hechos frontera.
Quizás el barrio en el que vivo refleja
esta ciudad dual y partida: barrio contraste.
La diferencia de una acera a otra separa calles
con raíces distintas, con historias opuestas tras las persianas,
con infancias empezadas con ventaja en la casilla de salida.
A un lado de la falla, diccionarios flacuchos tiritan
en las conversaciones de pasillo estrecho.
Al otro, expectativas normalizadas de éxito germinan
en las canaletas de los cerebros esponjosos de los niños.
Me empeño en mirar estas calles
como la única patria digna que defendería
(además de la lectura y un puñado de personas íntegras),
pero están llenas de una desigualdad
que también agacha mi orgullo y lo desinfla
como un pulmón apuñalado.
Me duele mi barrio porque entre sus tonos
negros y blancos
el contraste sangra todavía más las hectáreas de su resta,
el universo que campa entre ambas realidades
bajo el silencio de un público que mira y no ve nada.
Ya no puedo sentirme millonario de alegría
si el diámetro de esta suerte mínima
no la comparten en las manzanas contiguas a mi bloque.
Si he pecado de hacer poesía de su cara oscura,
fue porque se deshilachaba una parte del vecindario
mientras a otra le siguen sin temblar las costuras
entre el ruido rápido y el plástico de las burbujas.
(De Poesía de barrio, 2022)
Raúl Castañeda
En Última poesía crítica
Jóvenes poetas en tiempos de colapso
Selección y edición de Alberto García-Teresa y David Trashumante
Lastura Ediciones
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