viernes, 14 de junio de 2024

PARÁBOLA DE LOS REHENES Y EL PODER DE CIRCE DOS POEMAS DE LOUISE GLÜCK EN MEADOWLANDS

 





PARÁBOLA DE LOS REHENES



Los griegos están sentados en la playa

pensando qué hacer cuando la guerra acabe. Nadie

quiere volver a casa, regresar

a aquella isla esquelética; todos quieren un poquito más

de lo que hay en Troya, más

vida en vilo, esa sensación de que cada día

está lleno de sorpresas. Pero cómo explicárselo

a quienes quedaron en casa, a quienes piensan

que luchar en una guerra es una excusa

plausible para ausentarse, mientras que

explorar la propia capacidad de entrenamiento

no lo es. Bueno, esto podemos afrontarlo

más tarde; estos

son hombres de acción, dispuestos a dejar

la perspicacia a las mujeres y los niños.

Reflexionando bajo el calor del sol, complacidos

con la nueva fuerza de sus antebrazos, que parecen

más dorados ahora que cuando estaban en casa, algunos

empiezan a echar un poco de menos a sus familias,

a echar de menos a sus esposas, a querer comprobar

si la guerra los ha envejecido. Y algunos

se ponen nerviosos: ¿y si la guerra

fuera solo una versión masculina de las prendas de gala,

un juego concebido para eludir

profundas cuestiones espirituales? Ah,

pero no se trataba solo de la guerra. El mundo había

empezado

a reclamarlos, una ópera que comenzaba con los altos

acordes de la guerra y que acababa con el aria flotante de

las sirenas.

Allí en la playa, mientras discutían los diversos

horarios para volver a casa, nadie pensaba

que pudiera costarles diez años regresar a Ítaca;

nadie previó esa década de dilemas insolubles. Ah, el

irrefutable

pesar del corazón humano: ¡cómo dividir

la belleza del mundo en aceptables

e inaceptables amores! En las costas de Troya,

cómo iban los griegos a saber

que eran ya rehenes: quien aplaza

una vez el viaje está

ya cautivado: ¿cómo iban a saber

que de entre su pequeño grupo

algunos serían retenido para siempre por los anhelos de

placer,

algunos por el sueño, algunos por la música?



―――――――――――



EL PODER DE CIRCE



Jamás convertí a nadie en cerdo.

Algunas personas son cerdos; yo les di

aspecto de cerdo.


Estoy harta de ese mundo vuestro

que permite el exterior disfrazar el interior.


Tus hombres no eran malos hombres;

una vida indisciplinada

los hizo ser así. Como cerdos,


bajo mi cuidado y el

de mis muchachas, se

ablandaron enseguida.


Entonces revertí el hechizo,

mostrándote mi bondad

además de mi poder. Entendí


que podíamos ser felices aquí,

como lo son hombres y mujeres

si sus necesidades son sencillas. Al mismo tiempo,

predije tu partida,

los embates del vasto mar que tus hombres

afrontarían con mi ayuda. ¿Crees


que unas pocas lágrimas van a molestarme? Amigo mío

toda hechicera es

pragmática por naturaleza; nadie

percibe lo esencial si no es capaz

de asumir las limitaciones. Si solo quería retenerte


podría haberte hecho prisionero.




Louise Glück

Meadowlands


Traducción de Andrés Catalán


Visor




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