Yo le dije: de donde vengo, nos
observamos con la mirada de un soldado desde la trinchera.
Yo le dije: de donde vengo, la
única batalla que se puirde es la que se abandona.
Yo le dije: de donde vengo,
combatimos con fuego por nuestra desgracia como lo haríamos por
nuestra liberación.
Yo le dije: de donde vengo, los
canarios se asan sobre un fuego de lirios y jazmines.
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Yo le dije: siempre me voy a
identificar con el traidor. Cuando el mundo se aleje, voy a pensar
que podría haber sido yo. Porque también había tenido a mi alcance
una tentación abrumadora. Porque me habían atrapado con los dedos
dentro de los frascos de mermelada prohibidos y grité más fuerte
que el tintineo de los esqueletos. Porque es tan difícil conservar
la vida, que un solo movimiento precipitado sería suficiente. Porque
me formaron con la misma arcilla que a las macetas rotas. Porque
había proclamado falsedades con la misma honestidad con la que exigí
sumisión.
Svetlana me dijo: porque somos
culpables o podríamos serlo en el próximo instante.
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Yo le dije: antes de conocerte
no sabía nada de migajas y despojos. Antes de conocerte no sabía
nada de macetas rotas. Antes de conocerte no sabía nada de las
jaulas de los animales salvajes. Ahora ya no busco más enemigos ni
traidores.
Svetlana me dijo: antes de
conocerme no sabías nada del viento que barre con las injusticias de
la historia. Antes de conocerme no sabías nada de la desesperanza
que vuelve a las personas dignas de amor. Ahora buscas la palabra que
pueda resarcirnos.
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Svetlana me dijo: cuando se
manifiesta la intención detrás de las palabras, se deshace su
poder. Las palabras deben sorprender como un choque de placas
tectónicas no previsto por el sismógrafo. Como cuando la Comisión
de Investigación de Accidentes se reúne antes de que la catástrofe
ocurra.
Svetlana me dijo: recién cuando
las palabras muerden la mano que las alimenta pueden volverse en
manos de alguien más.
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Yo le dije: un poema pasa casi
toda su génesis con miedo a comenzar donde sabe que debe comenzar.
El resto del tiempo barre las huellas. No importa si es una sílaba
que se enganchó con los muertos del armario. No importa si es una
madre que llora a la que hay que sacar del medio. Si el sol se puso y
oscureció la cara de la tierra. Si se trafica a la casa del lector
algo que debería haberse matado en la entrada. Si lo perdido no te
deja apropiarte de la última estrofa.
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si por lo menos él me hubiera
enseñado a empuñar armas
ahora podría haberlas usado
podría haber matado a un
cachorro de dragón
con cara de paloma
podría haber cometido crímenes
comunes
como todas las niñas
deberían poder hacer
para ahuyentar el dolor
de los cuerpos extraños
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en realidad el soldado solo usa
el presente continuo
para que las heridas deformadas
por una imaginación en fuga
se mantengan por siempre
verosímiles
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Octavio Paz escribe: Cada texto
es único y, simultáneamente, es la traducción de otro texto.
Ningún texto es enteramente original, porque el lenguaje mismo, en
su esencia, es ya una traducción: primero, del mundo no verbal y,
después, porque cada signo y cada frase en la traducción de otro
signo y otra frase. Pero ese razonamiento puede invertirse sin perder
validez: todos los textos son originales porque cada traducción es
distinta. Cada traducción es, hasta cierto punto, una invención y
así constituye un texto único.
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¿En qué lengua escribimos
nuestro texto?
El texto sobre el trabajo con la
lengua que compartimos.
En esta pregunta empieza y
termina nuestro texto.
Es la pregunta que nos pone a
trabajar.
Que nos lleva a la escritura, al
amor, a la traición y a las traducciones.
¿Que lengua ocupa el espacio
entre nuestras lenguas?
¿Hay un lugar para las
necesarias negociaciones de sentido?
¿Cómo se llama nuestra lengua
de nadie?
¿Tiene diccionario?
Reordenamos la secuencia de
hechos.
Escribimos nuestro texto sin
compartir la lengua materna.
Entonces creamos una lengua
donde caben todas las lenguas.
Volvemos a construir la torre de
Babel.
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Edmond Jabès
escribe: Solo podemos escribir lo que nos ha sido dado leer.
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Ursula K. Le Guin
escribe: La mayoría de las traducciones logran atrapar sentidos en
su red, pero de un modo prosaico, dejando que la belleza se escurra a
través de ella. Y en la poesía, la belleza no es un adorno; es el
sentido. Es la verdad.
Athena Farrokhzad &
Svetlana Cârstean
Trado
Traducción y
prólogo de María Gabriela Raidé y Siri Björkström
Kriller71ediciones