EL muchacho desnudo
que se parece a ti
mira por la ventana de su piso vacío.
Nada nuevo: su pene golpeando en el cristal
de forma repetida,
por los siglos de los siglos.
En ese mismo instante, en otro apartamento,
la muchacha desnuda
que se parece a mí
apunta con su dedo hacia el cuerpo desnudo
del muchacho.
Su deseo es ingenuo y anafórico.
No podríamos lamernos ni tocarnos
sin romper los cristales, sin nombrar emociones
con palabras gastadas, de otro tiempo.
¿Cómo reconocer poemas de amor
cuando el campo semántico
es antiguo?
Todo lo que algún día nos hizo sonreír
ahora está muerto.
Rosa Berbel
Los planetas fantasmas
Tusquets Editores
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