SOBRE LA FORMA DEL PELO EN LAS MANOS
Cerraron
la bolsa negra & me obligaron a mirar, me obligaron a sentir el témpano que
avanzaba en mí. Me dijeron mira cómo el
fondo de la calle se ha venido quedando vacío. Lo permanente retrocede
& las palabras vueltas hacia sus propios confines separan como un serrucho
los últimos fragmentos de luz. Este es el
firmamento de las despedidas —dije. Mientras tanto el cabello de mi hermano
siguió creciendo punzante, sin tregua bajo aquella bolsa negra. ¿Habrá que
traducir el enjambre de verdades que se esparce como el polvo ante esta
puerta?, ¿habrá que tachar las tachaduras, el abdomen cortado, el saludo
enrejado de los cristales que marchan hacia un tenue mediodía? No creas que todo en las flores está
desprovisto de dolor —dijeron. Una ciudad invisible flota vulnerable sobre
otra ciudad. Yo cerraba sus ojos & tocaba su cabeza. La contemplación es
una materia divina, decía el viejo Hokusai a sus alumnos mientras pintaba los
mil dragones; es por eso que tenemos que dejar sonar el teléfono & jamás
llamar. Si una imagen llama a la puerta hay que darle la bienvenida por
atreverse a cruzar la ciudad como un rasguño de nieve. Los demás son cifras
oscuras como las sombras de una rama. Aun así el pelo siguió creciendo & el
texto de a poco permitió evidenciar sus funciones. Es vasto el campo visual si
uno piensa en las sábanas, la ropa colgada que se agita entre los edificios. El
cuerpo está aturdido porque a partir de ahí hay algo que escapa, algo que tiene
el rumor del oleaje, algo que habla & luego se multiplica. Es por eso que
los médicos dicen que lo último que se descompone del cuerpo es el pelo.
Víctor
López Zumeldu
Bocetos
de plantas y animales
Ediciones
Liliputienses
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