CUERPO
En esta
bolsa de viaje, madre, guardaste
lo
necesario: una mente, un estómago y un sexo.
Nervios
y bronquios. Riñones: dos por si acaso.
Con unas
pinzas de cocina, del más grande
al más
pequeño, fuiste introduciendo los huesos.
Para que
no se soltaran y golpearan en las vueltas
del
camino los anudaste con tendones y venas,
los
envolviste primorosamente de tejidos y músculos.
Terminada
la tarea, dejaste un corazón
al
cuidado de todo: esta es mi herencia, hijo,
no la
derroches; aunque escasa, habrá de bastarte.
Madre,
nunca pensé que fuera tan caro este viaje.
Todo en
este mundo cuesta un ojo de la cara.
y el
otro no me alcanza para ver los precios.
Tratando
de ganarle la mano al tiempo, pierdo la cabeza.
En cada
caricia que extendí me voy dejando la piel.
Pago con
los cinco sentidos por la cuarta hoja del trébol.
En busca
de las peras del olmo caigo despechado,
me
desgañito, me descorazono, me deslomo.
Madre,
para desvivirme por esta vida y estos deseos
en cada
aduana tengo que echar mano del cuerpo.
Cuando
llegue —¿a dónde? ¿cuándo?—
ignoro
que
quedará de cuanto me diste, en qué estado.
¿Sabrá
el destino, apostado en un oscuro callejón
sin
salida, que soy yo cuanto largo tiempo esperó?
¿Montará
en cólera al comprobar, albarán en mano,
que
nada llega completo, intacto ni nuevo?
¿Tendré
que desembolsarle algo más, madre,
por
cada desperfecto, por cada mengua, por cada desfalco?
El
viento hace danzar el envoltorio viejo de un caramelo.
El
halcón lleva consigo la urgencia del vuelo y nada más.
La
pera que cae de la rama deja su sitio a la pera futura
sin
mediar notario alguno, herencia ni aflicción.
Al
menos he de guardar dentro de mí algo de todos ellos,
hallar
un sentido que haga frente a cuento voy dejando.
En
esta lucha sin cuartel todo me sirve y poco me alcanza.
En
este cuerpo a cuerpo nada tiene el alma que perder.
Jesús
Jiménez Domínguez
Contra
las cosas redondas
La
Bella Varsovia
No hay comentarios:
Publicar un comentario