BENI
ENSAR
INVENTARIO
Al
llegar a la frontera encontramos
la larga
hilera encinta de sueños y de angustias,
las
armas preventivas, las cargas de prejuicios,
los
cristales tintados y los salvaconductos,
las
miradas inquietas, los rostros suplantados,
las
trescientas razones que hay detrás de los viajes,
las
cartas que enviaron amantes de ambos bandos
perdidas
en vagones varados en las vías,
controles,
instrucciones, listados y requisas,
idénticos
guardianes con distinto uniforme,
un río
al que no cabe imputarle la culpa
de no
tener dos orillas, los pájaros que cruzan
el
tiempo de la espera,
y a
ambos lados de un trazo sin duda discontinuo
dos
carteles que indican direcciones opuestas
y dicen
en dos lenguas que un día fueron la misma
que a
este lado, las casas y la gente,
que
hacia el otro, las gentes y las casas.
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SIDI
KAOUKI
ZONA
TEMPORALMENTE AUTÓNOMA
Hay
mujeres que escriben
donde
las mujeres no hablan,
hay
prácticas pacíficas
que
derrocan a reyes sanguinarios,
hay
poemas que aciertan,
mercaderes
que hacen regalos,
hay
música en mitad de la batalla,
fresas
entre las matas,
hay
gente que se encuentra y se entiende, hay
súbitos,
sorprendentes, triunfos del amor sin condiciones:
hay
párrafos
hay
pequeños y precarios paraísos
por los
que caminamos
como una
larga playa de un mar bravío,
en la
que huele a pescado a la brasa y se ríe y se baila
y se
juega sin reglas y nos balanceamos
al
unísono en grandes hamacas de tela roja
y todos
nos abrazamos y olvidamos todos,
y todos
vehementemente olvidamos,
olvidamos
todos con alegre vehemencia
que
antes o después
se va a
terminar
el fin
de semana.
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SUK
SEBT*
HOMENAJE
A LAS HERMANAS
A veces,
las mujeres que admiro lloran.
Lloran
polen, lloran piedra, lloran plumas caídas de estornino débil
y aceite
quemado sobre la arena gris.
Lloran
porque no encuentran
el hilo
del buen amor,
lloran
porque su voz no es una columna de mármol,
lloran
por el peso del río.
Hay
mujeres que admiro y no conozco y a veces lloran.
Supongo
que también les arden bulbos en las entrañas
y tienen
en el jardín
tumbas
de cedro.
Otras
mujeres llevan
el fardo
prieto de veinte siglos sobre los hombros.
No
tienen mucho tiempo para llorar, pero, a veces,
manantiales
y pozos y olas se les caen a las manos.
El
charco crece lentamente, alcanza el mar de los charcos de antaño.
Se
evapora, llueve.
Lustrosas
espigas se hinchan
en un
huerto de otra parte.
*El
1 de marzo de 2011, poco después de que las revueltas populares
triunfaran en Egipto y Túnez y mientras los ciudadanos libios
trataban de seguir ese ejemplo, en la ciudad de Suk Sebt la joven
marroquí Fadua Larui, de 26 años de edad y madre soltera, se
inmoló después de que le fuera denegada por no tener marido una
vivienda social que había solicitado. La noticia pasó
prácticamente desapercibida.
Laura
Casielles
Las
señales que hacemos en los mapas
Poesía
en resistencia
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