miércoles, 21 de febrero de 2024

FRACCIÓN 5 DE LOS INFRALEVES DE ALEJANDRO CÉSPEDES

 





FRACCIÓN 5



Las galaxias aún no habían parido,

el universo estaba prediciéndose,

sin embargo, recuerda su existencia

incluso más allá de su comienzo,

es una regresión a aquel origen en el que los anfibios

no sabían que mundo preferir.

El nuevo día nace y de repente

la vida es un presagio de lo viejo.

Aquel niño que fui cierra los ojos, se sumerge en el agua.

Profundamente sabe de un forma sencilla y explosiva

de ese modo que a veces nos asalta de golpe

el dolor de estar vivos que esta es la misma agua,

la de todos los pozos de sus casas.

Es el agua que bebió su madre, la misma que dio origen

a aquel líquido amniótico en el buceó

desde el primer instante de su vida.

Es el agua del Nilo faraónico, hielo del Himalaya,

de un mar que se ha secado hace milenios,

el agua que bebiera aquel Adán

y que luego expulsada vuelve al ciclo,

es la gota que cae de un grifo mal cerrado

y perfora en la noche los oídos,

agua de cualquier lágrima, de lluvia,

el agua que le abraza con un recurrente incertidumbre.

Siempre la misma agua, su levedad perfecta.


Hoy los viejos presagios se acomodan

entre los meridianos de la melancolía.

De la memoria emigran los nombres de las cosas

y la vida se incendia en la sospecha.

Se desangra el olvido lo mismo que aquel cerdo traicionado

que aún sigue chillando cada noche

colgado de los garfios de la infancia, al fondo de los tímpanos,

rompiendo los cristales de todos los armarios,

hozando en los espejos desnudos de misterio,

dejando aquella herida sangrando en los oídos.

El verdugo y la víctima se abrazan,

se funden se confunden se hacen uno.

El amor apostata siete veces sobre las cuatro letras

que conforman su nombre mientras el agua arrastra

la sangre diluida con cada nuevo cubo que se vierte en el suelo.

Siempre la misma agua trepando y descendiendo...


Una vida naufraga en otra vida.

El principio de Arquímedes intenta

demostrar por qué flotan esos cuerpos.

El fondo del mar debiera ser el cielo de todos los ahogados.




Alejandro Céspedes

Los infraleves


Ediciones Liliputienses


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