PETROGRADO,
OCTUBRE 2017
La
modernidad es un hoyo excavado en la tierra.
Perdón,
pero tengo ganas de seguir escribiendo.
Cada
vez que llueve estoy en otra ciudad. El metro
de
Moscú es el único que ha sobrevivido a una guerra
con las
mismas armas con que lo hicieran sus soldados.
La
mujer que se acerca a la ventana para que los agentes la vigilen
también
los está vigilando. El Alzheimer es una forma de autocensura.
Una
conversación sobre poesía con el inspector municipal
puede
significar el fin de la revolución. Nuestra
única
alternativa es elegir entre los meseros y los garzones.
Los
separatistas chechenos se pasean por los centros comerciales
cargando
en sus mochilas el peso de la historia.
Los
retablos de madera que cuelgan de la catedral de San Basilio
tenían
como función bendecir la gran empresa patria
de Iván
el Terrible contra los kazajos.
Las fotografías
de Rodchenko tenían la función de bendecir
la gran
empresa patria en contra del ejército blanco
y sus
esbirros.
Las
sinfonías de Shostakovic la de bendecir la gran empresa patria
de
Iosif Stalin en contra de los nazis.
Recién
hicimos el amor como quien visita las guaneras
antes
de que estalle la guerra entre los países
que
dicen ser sus dueños: doscientos años después
los
espejos se niegan a entregar la imagen que
los
invitados tenían de ellos mismos.
Cada
palacio es una noche (ese
verso
refleja la influencia del objetivismo.
Las
ratas que abundan en nuestro país de origen
aquí
son símbolos de mal agüero. Mi mujer
todavía
está desnuda, pero la próxima guerra del salitre
se
peleará con piedras y palos, la fiebre tiene mucho
que
decir a la hora de interpretar la lluvia que cae al final
de este
verso, guardaba en los cajones de su escritorio
libros
de las ciudades que admiraba y fotografías de los poetas
que
habían escrito sobre ellas, los hojeaba muchos años después
cuando
también le tocara escribir sobre las mismas
sin que
nadie lo fotografiase por sus calles. A veces le llegaban
cartas
de los que antes las habían visitado. También desde
su
ciudad, de aquellos que todavía querían visitarlas.
Entre
unos y otros median setenta años, miles de millones
de
muertos y los archivos donde se le acusa de vagancia,
de
empuñar un arma cargada de futuro y esgrimirla
en uno
de esos duelos que los poetas rusos tienen prohibidos.
Ninguna
bandera blanca podría reemplazar la nieve.
Ese
verso refleja la influencia de haber venido a San Petersburgo.
De no
haber pisado nunca las calles de Leningrado.
Cristián
Gómez Olivares
El
hombre de acero
Ediciones
Liliputienses
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