(Un poema para Adriano)
Los
pájaros.
Las flores
del almendro.
Me sorprende
cómo he pasado el día
sin
mirar a través de las ventanas,
sin
alzar los ojos al cielo.
Ojos
perdidos entre páginas
que no
puede arrastrar el viento.
En mi
pequeño puñado de polvo
me
preocupa todo de ti;
y cada
sonrisa tuya es un leve
alivio
que me llena el pecho.
La
levedad.
Mi pecho
que tan a menudo oprime,
que
duele grave,
que el
aire no atraviesa.
Pero
hoy mis ojos solos se han parado
en el
jardín
y de
mis dedos crecen flores.
Cantan
los pájaros
desde
mis dedos.
Ya poco
importa mi pecho oprimido.
Porque
estás tú, que naciste casi en primavera.
Y no
sabía yo que las flores del almendro
adornarían
así mi cuerpo, que fue tuyo.
Me has
regalado una piel nueva.
Y
ahora, cuando yo te rozo,
sé que
mi corazón late en la piel,
que el
pecho duele, lastimado
porque
no alcanza sus minúsculos
latidos.
Elisa
Martín Ortega
Alumbramiento
Poesía Cálamo
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