MUERTOS
Se me
enredan los cadáveres
al
vestido.
Se me
enredan entre las piernas,
a los
sueños,
a los
niños.
Caminar
de espaldas al mundo es lo que tiene:
atrás
se te quedan los muertos.
Caminar
con tus muertos enredados a los pies
no es
fácil.
Cada dos
pasos tropiezas con ellos
y
escuchas sus murmullos persiguiéndote.
A los
muertos hay que enterrarlos,
o mejor,
no tenerlos.
Dejar
que caminen junto a ti,
delante
de ti,
o mejor,
sobre tu cabeza.
Nunca
enredados a tus pies.
Porque
los muertos tienden hacia la tierra,
les da
por echar raíces,
anclándote
al suelo.
Y
entonces ya,
imposible.
Entonces
ya,
no
puedes caminar.
Tienes
que pararte.
Sentarte.
Echar tú
también raíces.
Montar
una casa
o un
árbol.
O peor,
tienes que morirte tú también.
Si
permites a tus muertos sobrevolarte,
fluir
por encima de tu cuerpo.
Si
permites a tus muertos
que
vayan por delante,
que
vayan a tu lado,
contigo.
Entonces,
sí.
Entonces,
te darán
la mano
y
tirarán de ti
hacia
adelante,
hacia
arriba.
Confundirán
el cielo con la tierra
y te
nacerán alas:
te
convertirás en sueño,
en niña,
en nube.
Alicia
Es.Martínez Juan – En casa, caracol, tienes la tumba
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