LLEGAN rojos del calor
y el esfuerzo físico, abren
las ventanas, tosen, lanzan
el chándal a cualquier silla,
y yo les pongo a trabajar sobre Hitchcock,
sus sabidas dosis de ritmos lentos,
el difícil límite entre acción
y pasividad. Hacen ruido,
protestan, pocos minutos después
ya escriben con cara pensativa.
El músculo cerebro es flexible
a esos años y yo lo pruebo
con disimulo, como una forma
admirada de espectáculo.
Para proteger las máquinas
el aula tiene una cerradura
distinta, y la puerta consiste
en un lienzo de metal;
tengo en la mano la llave
con sus filas de agujeritos y evoco
aquella idea: la red de edificios
para un sistema de control: fábrica,
cuartel, cárcel, escuela. Calvo,
rapado, melancólico.
En vez del bolígrafo, embadurna
ahora las mesa el líquido pastoso
de corregir erratas ―ahora
que nada borra, que todo se superpone.
Nuria x Roberto. Tano x Bumi.
Algunos nombres son conocidos
y la fecha reciente; imagino así la cara
de quien recibe el mensaje.
Miguel Casado
Deseo de realidad
Poesía reunida
Tusquets
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