QUERIDO Ángel: no vas a recibir esta carta que no es una carta.
Es
un pliego de ausencia.
Tú
no estás en ti, no fermentas
ni descansas envuelto
en sábanas ni sombras.
Te recuerdo, sin embargo,
lleno de paz.
Ahora, extrañamente,
no estás, pero gritas
en mi espacio arterial.
No lo entiendo.
Y yo,
¿estoy yo en mí? ¿Qué hago yo en este instante? ¿Estoy mirando
el lauro y las glicinas inmóviles?
No
sé. Realmente,
no sé.
Aún conservo la bufanda que con tus grandes manos pusiste en
mi garganta. Fue un día blanco de Lisboa. Yo tenía fiebre. Tú
pensabas en el metal de Villanubla.
¡Cuanta
inocencia!
Morir.
Sucede, sí, pero es sólo apariencia. Tú no lo sabes aunque lo
comprendas. (Necesariamente,
esta es tu única comprensión.)
En fin,
vuelvo a mis términos y a mis extinguidas
eminencias febriles.
Ciertamente,
hacia frío. En Villanubla, ciertamente,
se congela el olvido.
No
tengo nada que decirte.
No
te devolveré tu bufanda.
Tengo aún mucho frío.
Antonio Gamoneda
Esta luz
Poesía reunida
Volumen 2 (1995, 2005-2019)
Galaxia Gutenberg
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