no es verdad que haya un hilo
uniendo el corazón de los enamorados.
Cuando tu avión despega, siquiera
en mi imaginación, esa que me anticipa
y multiplica el dolor,
no hay una dulce sensación de unidad,
no hay una seda
firme y frágil
que nos ate a través del espacio,
esa carne picada que mis manos
recogen de las aspas.
Es un tirón brutal en la garganta,
sensación última,
un perro ante la infinidad
de dónde estás ahora
y este necesitar
hasta la extenuación
tu sola compañía que no revela
sedas ni deseo ni nada
firme o frágil
más que un cuello ofrendado,
último golpe de sentidos,
tirón brutal de la correa
y un profundo e incómodo letargo
como mejor expectativa.
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maldita mi coraza si te miraste en ella.
Malditos los barnices del dolor.
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quisiera ser exacta,
hay días en que quisiera,
ciertos días,
ser exacta
como el reloj de la estación,
quisiera, como la prisa, exacta,
del viajero
que no soy yo, quisiera, hay días
exactos, en que quisiera, exacta
como el reloj de la estación,
quisiera no esperarte, ser
inútilmente, quisiera en que quisiera
no estar desesperada, ser, días,
ciertos días
mirando ese reloj
que con exactitud quisiera
aunque no sabe
dónde estás, dónde está
inexcusable mi razón
y en qué estación perdida
días
quisiera
ser
de qué pueblo o ciudad que yo no alcanzo,
cumplido ya el trayecto,
tu reloj habrá dado las nueve
y tu cierras un libro
como el que deposita
un bisturí.
Vanesa Pérez-Sauquillo
Pájaro de tormenta
(El ciclo de la rabia 2001 – 2007)
Prólogo de Luis Bagué Quílez
Hiperión
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