Puerto, Santurtzi, diciembre de 2012 por Pablo Müller
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“La noche adivina al hombre, hace señales a la mujer, allá tú”
Juan Carlos Mestre.
Uno
El libro se publicó en el 2007 pero recuerdo haberlo comprado varios años antes.
En el censo de las piedras no hay más dueños que los ermitaños.
A la manera de los puercoespines fuimos felices.
Una operación quirúrgica innecesaria produce un muerto innecesario y el consiguiente incremento del Producto Interior Bruto.
El Producto de la codicia tiene el interior desalmado.
El interior de los brutos son las guaridas de los matarifes.
En verdad: ¿son necesarios los matarifes para salvaguardar la felicidad?
Dos
Antes de ser Pablo Müller leí un poema sin la ayuda del diccionario: decía canción y decía soldado.
Pablo Müller tiene miedo a los soldados: a los propios y a los ajenos, cuando él lo era se odiaba a si mismo, luego dejó al recuerdo que alimentara al odio en el tiempo…
Hasta que el aullido de los soldados jóvenes que salían de noche de la ciudad de Mostar,
en el verano de la última ofensiva para liberar las montañas,
le devolvió el dolor a la cara,
la lágrima de lado,
la ciudad sitiada,
la vergüenza del lloro,
la cara del dolor,
el lado de la lágrima,
el sitio yermo de la ciudad vacía,
el lloro vergonzoso,
y otra vez,
el grito del soldado joven,
la respuesta del soldado de al lado,
el autobús viejo,
la noche pequeña,
el odio a si mismo,
la dirección contraria,
y por qué le recibía una ciudad que enviaba a sus jóvenes a morir en los montes.
“No hay, hermano, ninguna versión definitiva sobre la noche,…”
Juan Carlos Mestre.
No necesitamos matarifes: está claro. El soldado se odia porque no quiere ser soldado. Emily fue una gran poetisa. Buena entrada, amigo. Un abrazo, Ann@
ResponderEliminarMuchas gracias Anna. Un abrazo
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