SOLEDAD
Se cierran las persianas, se corren las cortinas
y se encierra a la noche en una pieza.
Las sillas, el canapé tendido, el secreter y los espejos
se miran entre sí.
Una amenaza se prepara.
¿De qué serán testigos esta noche?
La casa está en tinieblas.
Entran vientos furiosos a derribar la chimenea.
El fuego apagado retorna a sus quejidos.
El ropero empieza sus lamentos.
La cómoda se agita.
Una rata roe la pata de mi cama.
Abren la puerta y entran.
Caminan de puntillas, me rodean.
Están mirando mi cara y mi cabello desfallecido
sobre la almohada.
Dan vueltas en silencio.
Los Padres Nuestros desfilan precipitados.
Las sombras se arrinconan.
Si no estuviera tan cerca, lanzaría un grito.
Colgado en una silla está el paraguas.
Me odia. Nos odiamos.
Se sale de su funda y revolotea por el cuarto.
Murciélago negro me aletea sobre la cara,
me orina los cabellos.
Sobre lo negro él es más negro todavía.
Cae rota la esquina de un espejo.
Un hombre muy alto acaricia al pájaro
y lo lanza de nuevo contra mí.
Las Aves Marías no pueden contra esta furia negra
que me sigue orinando los cabellos.
La almohada está mojada.
Si levanto la cabeza mis cabellos
se quedarán ahí pegados para siempre.
Se han podrido.
Todas las sombras avanzan contra mí.
Mi corazón da un salto y se sale del pecho.
Oigo su carrera por el cuarto,
abre la puerta, sale.
Me alcanza su galope por la calle.
Huyo por el pasillo largo.
Abro una puerta.
―¡Qué loca tan estúpida te has vuelto!
Estoy con vida en el espejo.
Elena Garro
Cristales de tiempo
Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui
Rosas Lopategui Publishing & La Moderna
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