Capítulo
XX. Estudio anatómico del aparato digestivo
Cuando te
traga un monstruo
la
sensación noes la que generalmente se teme.
No son
vísceras y un corazón temblando en la mano.
No son
huesos y espinas puntiagudos como una pesadilla.
Es
diferente a lo que te dicen los libros. Es diferente. Como es
diferente
un niño cuando empieza a subir escaleras o firma un
recibo
de luz.
Cuando
te traga un monstruo lo que necesitará es que estés
despistado:
mira,
una bicicleta abandonada. Mira, un gato que pide salchichas.
Mira,
una falda naranja que parece que camine sola.
Y
cuando te despistas con pensamientos que pasan rápidos como
una
gaviota que ha visto un pez herido,
el monstruo
saca la lengua larga de años siendo un monstruo.
Una
lengua enroscada y rosa,
del
color del verano sobre un helado,
y una
piel llena de hematomas
pues
los monstruos han sufrido mucho y eso no hace falta
repetirlo.
Por algo
se hacen monstruos.
Y atrapado
en la lengua que es un cascabel y un país lleno de brujas,
subirás
hasta la boca del monstruo violeta, cabeza calva, alas que
parecen
agua.
Te
llevará hasta arriba,
arriba
del todo,
el
lugar donde no quedan árboles,
Y tú
intentarás salir de ese entramado de lenguas y ventanas negras.
Porque el
interior de un monstruo siempre es oscuro y tiene
cortinas
rojas,
como
las habitaciones del Teatro Real antes las damas
bailaban
con galanes
que
pensaban en sus combinaciones flotando sobre los zapatos de
tacón,
Las
cortinas se comerán tus uñas cansadas de rasgar.
Y el
monstruo gobernando los siete diablos y los siete diablos y
haciendo
la digestión como si tú fueras un gazpacho fresco o una
tostada
con queso semi curado.
Las ventanas
de un monstruo son interiores y pintadas con esmalte
azul,
No
busques EXIT ni te canses rasgando las cortinas rojas. Yo he
estado
allí y he visto que el monstruo celebra el banquete girando
sobre
si mismo y lanzando excrementos a los que permanecen
abajo,
futuras
presas de un estómago vacío.
Cuando
te quedes atrapado busca el punto por donde salen las
lagartijas
(apenas
se percibe)
Y ahí
introduce el dedo,
y ahí
la grieta,
y ahí
la nada.
Porque
el monstruo seguirá girando sobre si mismo
con el
estómago vacío.
Pero tú
habrás salido.
Alicia
Louzao
Las
niñas que no queríamos ir a la escuela
Ediciones
Liliputienses
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