domingo, 29 de enero de 2017

EL DÍA QUE ME MUERA UN POEMA DE ÁNGELA FIGUERA PARA TERESA, VIEJA AMIGA






Teresa murió el jueves. En 1994 pasaba por una mala racha y ella fue mi confidente. Cafés y buenos consejos. Me regaló el libro de Ángela Figuera, ella trabajaba en un instituto que tenía ese nombre, ponérselo fue uno de los muchos logros de esta mujer luchadora. En la última página escribió:

Las mujeres del del siglo XXI quizá conozcan y vivan un mundo (al menos) distinto; para ello, los hombres y las mujeres del XX pondremos todo nuestro empeño; y mientras tanto, ya ves a tener
viejos amigos-as para estar,
viejos libros para leer,
viejos...
quién tú ya sabes"

Setiembre, “en Otoño” del 94

Luego este libro viajó conmigo a Croacia y Bosnia, y volvió tras casi un año de allí leído y releído. Luego me acompañó durante todas mis mudanzas. En veintidós años he vuelto a sus páginas muchas veces. Siempre que ha estado en mis manos he recordado a Teresa. Qué la tierra te sea leve, vieja amiga.



EL DÍA QUE ME MUERA

El día que me muera
no quiero el llanto al uso ni las flores
cortadas al efecto ni los cirios
de lento gotear en los sufragios.
No quiero el luto inútil de las ropas
ni las miradas tristes ni el silencio
ni el ramo de laurel correspondiente.
No quiero que la vida se detenga
cual si algo extraño hubiera sucedido
y el mundo no fuera como antes:
que broten flores en los mismos sitios,
que corra el agua por la misma acequia,
que los amantes trencen sus abrazos,
que nazca un niño en el portal de enfrente,
que mi vecino vaya a la oficina,
que los obreros entren en la fábrica,
que salgan a la mar los pescadores,
que las mujeres vuelvan de la compra
con un ramo de acelgas en los brazos;
que el labrador entierre su semilla
cuando amanezca el sol y el estudiante
cierre sus libros cuando el sol se ponga;
que se oigan las sirenas de los buques,
los golpes del martillo, los motores,
las voces de los niños en el patio,
los ruidos de la calle, los jilgueros.

Y quiero que, a la hora de costumbre,
los míos se reúnan a la mesa,
partan pan y cambien la sonrisa.

Que mis amigos beban unos chatos
y escriban un poema por la noche.

Ángela Figuera Aymerich de Toco la tierra en Obras completas


poesía Hiperión

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