En la casa sin
ventanas,
rellenamos los colchones
con vertidos, chatarra y gases diamantinos.
Nuestra comodidad reposa
sobre mullidas montañas de cadáveres.
En la casa sin
ventanas,
los censores viven dentro de nuestras pupilas
con aliento a itinerarios hendidos
y a litera.
Pero cuando alguien desanda sus pasos, rasca
los tabiques, cuestiona
el reparto de mantas
o la estructura de las prótesis,
desnudas sus colmillos,
electrifican el encierro
y colocan silencios para que el olvido carcoma
lentamente
toda posible cicatriz.
En la casa sin
ventanas,
un atlas es
literatura fantástica.
La casa sin
ventanas
está repleta de espejos.
En la casa sin
ventanas,
comemos
de cara a la pared,
reflexionamos
de cara a la pared,
amamos
de cara a la pared,
reivindicamos
desafiamos
imaginamos
nos medimos
de cara a la pared.
También edificamos
una casa sin ventanas
bajo nuestra piel,
dentro de una casa
sin ventanas de una casa
sin ventanas de una
sin
Alberto García-Teresa – La casa sin ventanas
Baile del Sol Ediciones
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