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Yono, calzada con sandalias de tiras adornadas con cristales que reflejan brillos distorsionados, y sin tacones. Yono, paseando cerca de las dunas de las salinas del norte al lado del mar. Yono, de incógnito de alcaldes, concejales y secretarios. Yono, con su libro presa bien agarrado en su mano derecha y arrastrando con su izquierda un caniche. Yono, radiante en sí misma en la soledad de la arena y la sal. Yono, untándose de aceites hidratantes de jojoba y de oliva virgen. Yono, mirando de soslayo hacia los pinos por si oculto tras algún tronco surge de repente un reportero gráfico.
MJ Romero
No hay valientes en el paraíso
Tigres de papel

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