«La emoción que constituye sufrimiento deja de
serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.»
Spinoza
La puerta
de esta habitación de verano está abierta, también la ventana, se ve la torre de
ladrillo de una iglesia, fuera del sujeto que lo conoce, — sufrimiento — hay realidad, y cuando entras
y pones la mirada sobre ellos: — torre y sufrimiento — se abre un hueco hondo,
conoces, — un alivio — y a su través, entre las inútiles nubes de verano, en la
distancia, ¿empequeñece? Y desde la grieta en que nos abrimos, ¿ablanda sus
consecuencias apiadarse de los insomnios? Hay palomas y cigüeñas rozando las
campanas, muy despacio, no suenan, ¿podemos arrancar el corazón a los pájaros?
Para llegar
a esta habitación de verano hay una escalera, en su sombra hay la misma
distancia: sufrir vivir es ser la escalera misma, a veces la sostienes, otras
la subes y revisas la mesa, la torre y sus pájaros y de nuevo el dolor y la
distancia que lo desactiva, y en esas contemplaciones nos llega tu sonrisa y tu
noche.
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