el hijo en abril de 2011 por Pablo Müller
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«mi otra mano en mi hijo
tiembla con la edad que aguardan los hombres
y no hay muerto que no tenga su muerto apretado,
ni su duda de arista, ni su alivio inasible»
Enrique Falcón - Porción del Enemigo
Hay que
escribir poemas cuando tenemos hijos,
hay hijos
en todos los poemas.
En la
cafetería del polideportivo un padre relata en voz alta el cuento de la lechera
de la masa muscular del hijo preadolescente futuro tal vez profesional de
futbol o no, las maniobras legales del club local para evitar el viaje de los
niños con balón a Amsterdam, Liverpool, Madrid, Munchen, Ciudad Juárez
Uno llega a
ser grande por lo que lee y no por lo que escribe parece que dijo Jorge Luis
Borges.
Añado tras
leer a Enrique Falcón que además es importante el lugar desde donde se lee, un
lugar de asombro y desnuda humildad,
desde lo
pequeño, madriguera de ratón, hueco de refugio de los insectos caseros, lo
grande que quiere ser Borges qué importancia tiene y para qué es necesario…
necesario
es vivir y navegar,
para vivir
es necesario el amor y el amor es el vínculo útil que nos comunica con el
extranjero, con los muertos, con las estrellas
y no con el
agujero negro que Borges intuía en el reflejo acharolado de betún altivo de la
bota del militar que se meaba en sus libros y en los de Bertolt Brecht
y aquí yo
soy Borges en su mismo miedo.
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