Playa de Arrigunaga en febrero de 2011 por Pablo Müller
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«Canten
— seguían diciéndonos — canten y canten»
Raúl
Zurita
La guerra en la mejor prueba de que no
hay dios, rugido de mar y del destierro. Un destierro hacia abajo: sótano,
pozo, zulo, puerta de seguridad, silencio. A la noche se encienden las fogatas y
comienza, en otra parte, el murmuro de los generadores de gasoil, aún en la
desgracia hay clases: los últimos verán el resumen de los partidos de futbol
mientras aplauden las ametralladoras. En el norte de Bosnia no hay playas, ni
mar por donde marcharse.
He leído Cuadernos de Guerra de Raúl
Zurita. A veces mi mirada no me permitía leer todas las palabras y me hacía
saltar frases (versos) buscando ¿consuelo? evitando ¿dolor?
Soy nativo de las playas y reconozco
el territorio de sus símbolos. El mar, el estruendo de las olas, lo más cercano
que sé del silencio, arena — cobijo e intemperie a la vez —, acantilado que nos
atrae al mar abajo como huida, vida conforme de desasosiegos y alegrías. Está
en las playas el recuerdo de los otros — los antes, las estirpes —, y he sabido
de los gritos de las bombas en los oídos del soldado padre — tanto ruido para
suplicar silencio —, del silbido a su caída y su inevitable explosión en los
oídos del niño refugio, — tanto ruido para llegar a dormirse — y a mí, con Pablo
Müller en Maglaj y en Mostar en 1995 buscando el ruido de la familia para poder
ser ellos
— de ellos, en ellos, sin ser expulsado —.
Hay más en Cuadernos de guerra de Raúl
Zurita, claro, mucho más. Con esto que he encontrado le debo una. Una
grande. Qué lo sepas. Muchas gracias
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