sábado, 31 de diciembre de 2011

CUADERNO DE BITÁCORA




El Abra del puerto de Bilbao, el último día del 2011 por Pablo Müller
 
El último día del año.
Hay barcos que navegan durante el último día del año y al llegar su noche no paran sus máquinas.
El ruido de éstas impide recapitular.
Orden y silencio.
Los puertos no cierran nunca.
Este año que termina las tasas de amarre del puerto cuestan 338,38 € para un barco de 4200 toneladas.
Por eso hay tantos barcos esperando en el mar a que les llegue el dinero.
Muchas gracias por leer este blog.
Mis mejores deseos para el año terrible que nos espera.


martes, 27 de diciembre de 2011

EL MAR DE JOHN BANVILLE

Ereaga, enero de 2011 por Pablo Müller


  ¿Dónde se encuentra el recuerdo de Chloe, un amor de la infancia de Max con el dolor por la muerte de su mujer tras una larga enfermedad? El territorio donde Recuerdo y Dolor se juntan es una playa en verano.
  Acabamos las cosas, mientras que para el creador de verdad, como el poeta Valéry, creo que fue él, afirmó, la obra nunca se acaba, sino que se abandona.
  John Banville en El mar narra el itinerario de Max a su infancia para buscar ese dolorel sueño en que volvía a casa andando por la nieve, por que Max ha construido su vida de espaldas al sufrimiento hasta el punto que las palomas aún seguían dando cuenta de las migas que mamá había esparcido en el sendero cuando un vagabundo se sentó junto a ella y le ofreció un trago de la botella que llevaba dentro de una bolsa de papel marrón, sin darse cuenta que estaba muerta.
  Y sin reencontrarse con ese dolor de la infancia no es capaz de hacer el duelo por su mujer fallecida en la agonía de una habitación de hospital contra el recuerdo del mar que ahoga a su primer amor. Aún más. Sin enfrentarse a ese recuerdo no puede construir la memoria del amor por su mujer fallecida.
  Una enfermera vino a buscarme. Me di la vuelta y la seguí hacia el interior del hospital, y fue como si me adentrara en el mar.
  Sin amor no nos redimimos. Hay que joderse: nos mantenemos esclavos del olvido y de la soledad.
Azkorri, enero de 2011 por Pablo Müller


domingo, 25 de diciembre de 2011

PABLO MÜLLER Y EL UNO DE MARZO

Arrigunaga, en  marzo de 2011 por Pablo Müller


Era uno de marzo.
El uno de marzo es arena fría de playa de invierno.
Era uno de marzo.
El uno de marzo es olor de salitre,
sonido de risa confusa de llanto,
Era uno de marzo.
El uno de marzo son cuatro amigos
camino del lugar
donde se embosca el dolor

— se pueden palpar otros unos de marzos —
los amigos ausentes por el olvido
— otra sutil forma de dolor táctil —

Uno de marzo es taza de porcelana
— frío percibir, recipiente de tristeza,
Uno de marzo es café mal hecho
— rancio sabor a fuego malsano
Uno de marzo es la mano extendida
sobre los jarrones de cristal
— así conocer del mineral el frío —
Uno de marzo es destello de cuentas de colores
— los ojos candados de desasosiego —

Uno de marzo, piedras pulidas
Uno de marzo, afilados cuchillos
Uno de marzo, aparadores llenos
de cajones pequeños
para encerrar pesadumbres.

Era uno de marzo
amable y firme,
apremia a Pablo Müller abandone,
por favor, si es tan amable,
disculpe señor, le ruego,
Uno de marzo.

Ereaga en diciembre de 2010 por Pablo Müller

domingo, 18 de diciembre de 2011

PABLO MÜLLER Y LA IGNORANCIA

Lugar de Roñes en Marañón, febrero de 2004 por Pablo Müller


Pablo Müller nunca supo
que la noche le pasó                            por encima

y noche y alcohol dejaron por este orden:
el cuerpo en fiebres
distinto pulso
y la respiración de los insectos

jornadas sin trabajo
serrín en la boca
los dedos húmedos
y alboroto en los pensamientos
— jauria de perros encerrados a la espera de la batida —

Pablo Müller nunca supo
si tomó su coche
si puso rumbo a ningún lugar
despreciando los controles de alcoholemia:
a ningún lugar y no fue así.

Las carreteras se agotan
puede que abandonara el auto
seguir a pie
y ya una hora amanecido.

Pablo Müller nunca supo
si los árboles caídos eran de la tormenta
el número torpe de las respuestas
— las respuestas pesaban dentro —
la razón de los olvidos,
el alma mezquina del interlocutor
el diálogo con los espejos.

Pablo Müller nunca supo
por el desliz de sus pies
en el musgo
restos de un polvo sombrio,
borracho, estima herida.

Pero el bosque se construye
de luces y periferias
con el ruido seco de las hojas
un ciclo de existencia,
cien kilómetros y amanecer.

Pablo Müller se sentó sobre una piedra
encontró un vacío antiguo
una luz de lágrimas
y compañía al llanto seco.




viernes, 16 de diciembre de 2011

LA CASA DE LANTZARTE

Lantzarte por Pablo Müller en abril de 2011


A Conchi
Abres con cuidado la puerta
como si la cerradura fuera
el brazo de un niño
y lastimarlo

Dejas que se muestre lentamente
el recibidor — paraje hembra
amparo
hospitalidad y bienvenida —

Impides       al olor del abandono
alcance a tu alegría,
al eco de tu sonido
silencie el compás de tu respiración

si acaso aceleras leve tu paso
— sutil movimiento de baile
que solo tu pareja siente

llegas a las ventanas que libras
de confundidas persianas
dejándolas
con noche de prematura primavera
reciente aun el invierno inexistente

queda la casa vacía
olores confusos, apagadas luces
recelosas por fundar colores nuevos
conformadas con rozarte la piel

hay en tu respiración ánimo de dicha
en tu mirada miedo al deseo nuevo
tus manos dibujan caminos
con destino en discretas caricias

hay temor a confundir al futuro
mas tu rostro alegra las luces de la luna
tu pecho recorta sombras chinescas
en suspiro labio pregunta

llenas de orgullo mi corazón recuperado
en el abrazo compartido
en el centro de la casa
hogar para tu sueño hoy
         para tu sueño mañana

Abril 2001 — Diciembre 2011




domingo, 11 de diciembre de 2011

LA MANO INVISIBLE DE ISAAC ROSA


Paseo matutino diciembre de 2011 por Pablo Müller

Un albañil que levanta un muro de ladrillo para luego demolerlo. Y después lo vuelve a levantar para volverlo a demoler.
No le importa que le miren mientras trabaja
Una operaria de una cadena de montaje de piezas para automóviles
No le importa que le miren mientras trabaja
Un matarife que despieza reses, cerdos, corderos y pollos que sabe que no los comerá nadie.
Hábil para que otros le hagan el trabajo y ambicioso.
Una operaria de telemarketing que telefonea para hacer encuestas.
No le importa que le escuchen mientras trabaja.
Una limpiadora que barre y friega el escenario, los servicios y las gradas que ensucia el público.
Un mecánico que desmonta y monta un coche
Una trabajadora textil, una bordadora con especial cariño por el trabajo bien hecho.
Una administrativa tecleando textos sin sentido.
Un camarero que sirve los cafés al público, a una prostituta que trabaja en el polígono industrial.
Un informático que controla a sus compañeros y recibe las instrucciones.
Un guarda que abre y cierra el pabellón donde se representa La mano invisible.

Paseo matutino diciembre de 2011 por Pablo Müller

Isaac Rosa escribe La mano invisible, una novela donde la acción es el trabajo diario: ganarse el pan con el sudor de la frente y un supuesto experimento o representación artística donde los empleados trabajan en un escenario a la vista de los espectadores.

Con este planteamiento absurdo puede acceder a los numerosos aspectos también absurdos del trabajo que hacemos: la utilidad de nuestros esfuerzos, la negociación con nosotros mismos del esfuerzo que vendemos por un salario y las relaciones con los otros trabajadores. Sin jefes cerca, pero a la vista de un público que no sabe si está viendo una representación o su propia vida laboral.

Como dice la nota de José Luis Pardo, Nunca fue hermosa la basura, con la que cierra la novela Isaac Rosa, el trabajo no es narrable porque el trabajo es una parcela de la existencia particularmente inhumana: ¿cómo contar algo allí donde no hay nadie, donde cada uno deja de ser alguien?


La mano invisible

Colección Biblioteca Breve

sábado, 10 de diciembre de 2011

DEL NATURAL DE W.G. SEBALD


Último día de noviembre por Pablo Müller
Invocado por Dante nos anuncia Sebald que entró “por el camino alto y silvestre” y en prosa al modo de verso, o verso hecho con la materia de la prosa, nos cuenta sus pasos junto a “el ramaje de una higuera con frutos, de los cuales uno ha sido totalmente vaciado por insectos”

fiebres en los cerebros — fiebres en los hospitales — fiebres habitando los cuerpos…

“el Papa se acurrucará en una gabarra
y caerá la oscuridad…”

En algunos muelles de puertos viejos se pueden ver sacerdotes merodeando a los marinos.

“Steller tenía ahora dos
cuervos jóvenes que, por la noche,
le dictaban proverbios ominosos.
Cuando los escribía
se tranquilizaba, aunque sabía
que tampoco con ello podría
detener la lenta corrosión
de su alma.”


Último día de noviembre por Pablo Müller


El viaje al fin del mundo, la enfermedad de la mente que se hace un pájaro, la otra enfermedad de la mente que se hace otro pájaro, y sus voces. Durante el viaje al fin del mundo se confunden las voces de la mente con las voces de los pájaros con las voces de las enfermedades. Escribe para distinguirlas, escríbelas iluso…

“con una risa susurrante vuelta
hacia dentro.”

Cuando la risa es hacia dentro es oscura y ponzoñosa.

“Eso es infirmitas, la ruptura
del tiempo de día en día
y de hora en hora,
la herrumbre y el fuego
y la sal de los planetas,
la oscuridad en pleno día
con luminarias aún en el cielo.”

La verdad se ausenta del diálogo de mis días ¿o temo llamarla por su nombre y se lo cambio por el de la tristeza, el ayer o el sueño?

La verdad se hace muerte en el accidente de tráfico.

Es verdad el margen donde tiembla la sombra del barco partiendo del puerto de Hamburgo.
Último día de noviembre por Pablo Müller

 

Del natural

Editorial Anagrama
ISBN 978-84-339-7052-7
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Miguel Sáenz

domingo, 4 de diciembre de 2011

SOBRE LA UTILIDAD DE LA POESIA


La poesía es además muy útil para domar la tristeza.


La tristeza hay que domarla pues de no hacerlo el lobo asustado ocupa el cuarto del baño.


Al cuarto del baño diario hay que acudir con los visados de fiesta como a la panadería donde venden los mejores tomates o a las bibliotecas que ofrecen visitas guiadas.


En las visitas guiadas mi hijo y yo pasamos las manos por los lomos erizados de los libros inquietos, recortamos las páginas impares con la forma de los pececitos de plata y de las monedas de chocolate.


A las noches guardo las monedas en una caja fuerte de bizcocho después de ordenarlas según su origen: a un lado las rentas de capital, a otro las recogidas pidiendo a la puerta de una iglesia.


La puerta encomendada a mi cuidado en la iglesia donde trabajo es la que usan los ratones cuando tienen frío. Al entrar debo enseñarles las normas de la casa, ofrecerles los manjares tóxicos de los banqueros, analizarles el colesterol con la frecuencia adecuada.



Con las subidas del colesterol elaboro gráficos de tendencias por si tiene que ver con el ciclo de los mercados, cuando acierto me dan una moneda, si yerro me quitan dos.


A las noches me duermo rodeado de abrazos de pelos locos que me cuentan historias de gigantes y jardines vallados, a cambio luego vigilo sus sueños desbrozándolos de malas yerbas y despertares inoportunos.



Comprenderán si les pido que, por favor, salgan a la calle a fumar un cigarrillo de noche y que observen si el humo es sosegado o ardiente.



Entenderán cómo ordeno la tristeza con poesía trazada en el tiralíneas de la prosa, discutiendo a los delineantes la perspectiva y la falacia, empeñando las lástimas, aguantando el aplauso por las mañanas al levantarme.




Porque la poesía es además muy útil para domar la tristeza.


Las fotografías son de la serie viaje del uno de diciembre del 2011 de Pablo Müller.