Torrejón, en mayo de 2014 por Pablo Müller
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En ese momento de la muerte, el entrenador recita la
alineación de los muertos previos, los coloca en el campo imaginado de luz y prevé
el desarrollo del partido
— en ese momento el entrenador cita uno a
uno a los miedos y a las euforias, resuelve el cambio del centrocampista varios
minutos antes de su muerte
— en ese momento ahorra la agonía del
muchacho, el terror de su padre, de sus hermanos, buen
entrenador
que grita a los mediodías, al extraño calor de
marzo, que añora el barro de la estación larga de lluvias, que insulta a los árbitros
tímidos y a los descreídos.
Y la muerte acaricia cabellos rubios, anima a los
jugadores vivos para que luchen hasta
la muerte.
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