|
Hermanas, hacia 1949 del archivo de Pablo Müller
|
«la
única sabiduría es el olvido.»
Antonio
Gamoneda
Llegan los ferrocarriles de lágrimas
negras
sobre las vías semejantes a los ríos
de carbón
por los puentes de hierro livianos
como alas de pájaro.
Son azules las calles de la ciudad de
la mordaza,
entre los adoquines nos salen las malas
yerbas,
junto a las aceras nos salen las
yerbas buenas,
una mujer cuenta a sus seis hermanos
muertos
cosas de la edad, dice antes de
llorarles los olvidos
y los calcetines,
las tres hermanas vivas se encuentran
en la habitación del luto y miran
despacio
a los hombres que se mueren,
a los hombres que están muertos
y cuentan
a la hermana ausente,
a las dos hermanas muertas,
como se llega a la madrugada hablando
el idioma de las mujeres:
—
en la cuneta de la carretera vieja
apareció
el cuerpo fusilado junto al roble de la curva
nadie
lo conoce y todos echan la culpa
a
la guerra de los lejos,—
—
hay un ferrocarril negro que pasa a los diez kilómetros justos del jornal de
pobre,
a
los diez kilómetros de senda de monte donde se quema la madera en las
carboneras.—
Nos llega el viento que vuelve locos a
los caballos,
en la huerta abandonada la paja se
sale por los ojos
ajenos que no miran.
Las edades de los libros tienen los
años cortos,
las edades de los panaderos tienen los
años manchados de harina,
las edades de los alfareros tienen los
años atrapados en la arcilla dura,
las edades de los jornaleros tienen
los años con más paja que grano,
y nosotros tenemos los años que
podemos.
Si alguien dice que llegan los
ferrocarriles con lágrimas negras,
no le creas,
el que llora es el ferroviario y su
aprendiz que acarrea
los carbones de los días y de las
noches,
la legumbre humilde que cuece la
lumbre del hambre antigua,
esa que nos olvidan fue refugio de la
risa,
por muchas grietas que la juventud
recuerde a carcajadas,
por muchos soldados acurrucados en los
barracones de los jueves,
por muchas preguntas que hacen a los
hierros de las gargantas,
a las nochestempestades que lamentan
las madres
en los aguaceros de las locuras:
celebramos la palabra grande
la primera que dice madre.