Playa de Arrigunaga en febrero de 2011 por Pablo Müller |
“Yo
creo en lo que veo escrito. Hablando se dicen un montón de mentiras. Pero
cuando uno las escribe, entonces es verdad.” Lo dice un niño. Tiene diez años. Se llama Erri de Luca.
“Aquel niño de diez años queda hoy fuera de mi
alcance. Puedo escribir sobre él, no conocerlo.”
¿Esa diferencia entre escribir y
conocer se corresponde con la declaración del niño Erri de escritura y verdad?
El adulto Erri no puede conocer al niño Erri, pero al escribirlo ¿se acerca a
su verdad?
Respecto al niño que fuimos somos un
resto.
La infancia puede ser una playa, puede
ser una barca y el pescado del verano.
La infancia puede ser el sonido de
algunas palabras dichas por personas que ya han muerto.
“La
infancia había sido una guerra, a mi alrededor morían más los niños que los
viejos.” Identificar
la infancia con la guerra y la muerte y contraponer esa identidad a la vejez,
desde donde a veces escribe.
El dolor, esa sensación molesta en el
cuerpo, la pena y la congoja es una de las maneras de conectarnos con la vida: “A los diez (años) se conectó el nervio
entre el dolor de fuera y mis fibras.” El niño Erri a los diez años toma
conciencia de la pena y la congoja.
¿Cómo se toma la conciencia del dolor?
Con el verbo mantener.
“Mantener:
a los diez años era mi verbo preferido. Entrañaba la promesa de tener de la
mano, mantener. Lo echaba de menos. A papá, en la ciudad, le molestaba cogerme
de la mano, en la calle no quería…”
“Destino,
según su definición, es una trayectoria prescrita. Para la lengua española es
también, más sencillamente, llegada. Para alguien nacido en Nápoles, el destino
está a sus espaldas, es provenir de allí. Nacer y crecer en esa ciudad agota el
destino: vaya donde vaya, ya lo ha recibido como dote, mitad lastre, mitad
salvoconducto.”
A los diez años, en la isla del
verano, con el padre ausente, la aparición de la joven es el destino según
Erri, como la escritura de tales hechos cincuenta años después es la dote de la
vida: mitad lastre, mitad salvoconducto.
La madre: “mamá se interesaba por la pesca y después por las manos.
«Enséñamelas.» Le enseñaba el dorso, ella me las giraba: «Así te las estropeas —
y añadía, para tomarme el pelo — : tendrás manos de paleto.»”
“No
quiero tener peso”
De la misma manera que desea pasar sin
peso por la vida, Erri practica una literatura leve. Esa levedad no lleva
aparejada la falta de importancia, coloca la importancia fuera de sí, en los
otros que le permiten configurarse como persona.
“La
playa de finales de septiembre se ensanchaba; con las sombrillas espaciadas,
las madres enseñaban a los niños a despedirse del mar”
“Hoy
sé que aquel amor cachorro contenía todos los adioses siguientes.”
Traductor: Carlos Gumper
Ha publicado más de cincuenta traducciones de literatura italiana contemporánea, de autores como Erri de Luca, Antonio Tabucchi, Giorgio Manganelli, Ugo Riccarelli, Alessandro Baricco, Giorgio Todde, Simonetta Agnello Hornby y Mario Fortunato, entre otros muchos. También ha publicado reseñas y artículos sobre cultura italiana y es autor de algunos volúmenes sobre literatura española y de unas Conversaciones con Antonio Tabucchi (1995).